Vale la pena dejar que pase el tiempo, para no dejarse llevar por las reacciones viscerales carentes de fundamento alguno. A los asuntos importantes se los debe atender con la cabeza fría, y de esa forma quiero aproximarme a la propuesta urbana hecha para las actuales instalaciones aeroportuarias de la terminal José Joaquín de Olmedo de Guayaquil.
Visto de manera aislada, el proyecto funciona. Sigue en gran parte los aspectos definidos en Costa del Este, en Ciudad de Panamá: se desarrolla un perímetro con usos residenciales y comerciales, dejando el centro para espacios verdes y actividades recrea tivas. En términos generales, el sistema funciona, pues genera en la periferia un nuevo grupo de cuyo aporte puede servir para sustentar los espacios recreativos del interior. Personalmente, hubiera preferido un parque de mayor extensión, sin tanta edificación en su interior. Creo que las actividades complementarias pueden ubicarse también en la periferia.
Tiempo atrás escribí un artículo titulado ‘Dos Carolinas, no’, en el que describo lo que en mi opinión es una de las peores deficiencias del parque Bicentenario de Quito: su falta de permeabilidad peatonal. En el Bicentenario se puede acceder de manera abierta desde la avenida Amazonas, pero solo cuenta con un par de puntos específicos de acceso, desde su borde oriental. En el caso de la propuesta de Perkins & Eastman, el parque propuesto se vuelve permeable para el nuevo cinturón de cuadras que rodea el área destinada a parque. Convertira todo el sector del aeropuerto en solamente un parque generaría un enorme No-lugar, inaccesible para los peatones que deberían atravesar vías de alto tráfico para alcanzarlo.
Ahora, si bien esta propuesta urbana me parece bien lograda, creo que hay que analizar las consecuencias de su implementación en el sistema urbano que es Guayaquil. Recientemente, comencé una conferencia preguntándoles a los presentes lo mismo que le pregunto a mis alumnos: ¿Cuál es la diferencia entre una herramienta y un arma? La respuesta es simple: la forma y el propósito con el que se la usa. Los objetos carecen de toda moral; solo expresan la moral de sus usuarios. Lo mismo ocurre con los proyectos arquitectónicos o urbanos.
Si este proyecto va a ser usado para generar un beneficio a la ciudad, bienvenido sea. Pero si este proyecto se usa por parte de las autoridades municipales para perjudicar a otros sectores de la ciudad, mejor no hagan nada.
En primera instancia, el sector que se perjudica con esta propuesta es al centro de Guayaquil; un espacio que ha sido penosamente olvidado por las autoridades municipales y que dista mucho de lo que era años atrás. Varios escritos he realizado ante tan triste abandono, pero las autoridades no han mostrado ninguna reacción favorable al sitio en cuestión. Si no se plantean medidas que incentiven en aprovechamiento de la infraestructura existente en el centro de la ciudad, tendremos nuevos y merecidos espacios, pagando el alto costos de un centro urbano tugurizado y en abandono, al igual que sus tradiciones e historia.
Bienvenido el progreso que no nos pide a cambio que renunciemos a lo que es nuestro por historia. (O)