Las redes sociales son importantes, nos podemos informar de todo lo que queremos y muchas veces también de lo que no queremos. En días pasados mientras chequeaba unos mensajes de WhatsApp vi un video en el que un hombre maltrataba brutalmente a un niño de 8 o 9 años de edad, la agresión era tan cruel que no pude terminar de verlo, rompí en llanto, al tiempo que me preguntaba por qué reenvían este tipo de mensajes.
Hace un tiempo atrás también me encontré con otro video, esa vez de crueldad a animales, al igual que el anterior, no terminé de verlo. No puedo creer que haya gente con tanta maldad en su corazón, cómo puede ensañarse así con seres completamente indefensos. Ese tipo de acciones deben ser sancionadas con penas tan drásticas como la magnitud del crimen, con castigos severos, radicales. No se puede aceptar que estos hechos queden sin castigo. Ayer empecé a ver un video, al principio no supe de qué se trataba, luego la escena me fue pareciendo que tenía relación con una noticia horrorosa que había escuchado, y pensé que habían hecho un dramatizado ya que no podía creer que alguien pudiese filmar algo así y tan cerca. Cuando me di cuenta eran tomas reales del asesinato del señor taxista de Ambato; mis manos se pusieron frías. ¡Estaba viendo un crimen!, ¿dónde está el respeto a esa familia y su dolor?, ¡por qué publicarlo! Si solo la Policía lo necesitaba (el video) para investigación, ¿por qué tanto morbo?, ¿por qué la gente en lugar de ayudar se dedica a filmar? (me refiero a los maltratos que mencioné y a las tomas desde arriba que hay del asesinato, porque supongo que las tomas al interior del carro fueron captadas por cámaras de seguridad del mismo vehículo). Cuán bajo estamos cayendo como comunidad. Nadie pretende que alguien arriesgue su vida por un desconocido, pero al menos, un pedido de auxilio, algo que ahuyente al agresor. Ojalá no tengamos que aguantar en carne propia un hecho como los que he mencionado y terminemos viralizados en las redes sociales en manos de morbosos.(O)
Soraya Valdiviezo Moscoso, avenida Samborondón