A primera vista la respuesta que debería fluir es: ¡Sí!, aunque admito que haya quien prefiera contestar: ¡No!, siguiendo el criterio de que las comparaciones pueden ser injustas.

Cabe aclarar que la dificultad para optar por una u otra respuesta no es sencilla, porque cada persona llevada a contrastar, a su vez, tiene su propia historia personal, que ha configurado su personalidad, fundada en creencias y vivencias esencialmente individuales.

Aprovecho para recalcar que como estas dos vertientes del modo de ser son absolutamente personales, por eso no existen dos seres humanos que siempre tengan una conducta igual, lo que constituye un elemento de juicio y valoración nada despreciable al analizar una personalidad.

Me parece que dos personas pueden ser “parecidas” o “muy parecidas”; pero jamás completamente iguales en su modo de ser, sentir y actuar.

Por eso se afirma que somos “únicos e irrepetibles”, lo que debería abonar en nuestro haber, para siempre autovalorarnos y autorrespetarnos adecuadamente.

El autoconocimiento y valoración, reales y verdaderos, incluyen las virtudes y defectos, los anhelos, las capacidades y las limitaciones físicas y espirituales.

Una equivocada apreciación personal de capacidades puede constituirse en una partida en falso que, irremediablemente, llevaría al fracaso, en una competencia.

Por ejemplo, en la práctica del atletismo, si nos autoengañamos, no conoceremos si debemos correr distancias cortas o largas, saltar en longitud o altura, lanzar bala o martillo o cambiar la pista por la piscina.

Si para la sana práctica del deporte debemos contrastar nuestras habilidades y fortalezas natas y adquiridas, físicas y espirituales, nuestro carácter y capacidad de sacrificio, cuanto más se requerirá al momento de elegir el oficio o profesión con que esperamos ganar honorablemente el sustento personal y familiar, incluso en beneficio de la comunidad.

En estos tiempos existen profesionales que, gracias a los conocimientos, a las pruebas seleccionadas y los exámenes pertinentes, pueden ayudar a escoger la profesión para la que una persona es apta.

Esa etapa, en la que se suele decidir lo que ocurrirá el resto de la vida, muchas personas quisieran volver a vivirla, pero ya es tarde.

Situaciones como esa deben ayudarnos a pensar, reflexionar y compartir.

Considero que sería positivo plantear el tema en las reuniones familiares y sociales en las que participamos, pues un oportuno momento de reflexión y análisis de la propia vida puede ser útil no solamente para uno mismo, sino también para otras personas, como jóvenes, que necesitan tomar opciones profesionales.

El testimonio y la comprobación que pueden lograrse por el contraste, realizados en ambientes y en formas adecuadas, son sumamente ilustrativos, positivos y alentadores.

Nos parece que la vida transcurre a veces más rápido de lo que quisiéramos y deberíamos tener herramientas, mecanismos que nos ayuden a obrar siempre bien, moral y cívicamente.

¿Necesitamos principios religiosos, éticos y legales que nos permitan escoger el rumbo adecuado y también métodos, como el de la contrastación, que nos ayuden a esclarecer el buen sendero que debemos optar?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)