Con los doctorados honoris causa que recibió en Argentina en esta semana el expresidente Correa, podría jactarse de haber acumulado su décimo octavo grado, superando a eminencias, por citar un ejemplo, como Stephen Hawking, el gran científico británico que será enterrado en los próximos días en la misma abadía en la cual reposan ilustres personajes como Isaac Newton y Charles Darwin. Los doctorados honoris causa son en realidad títulos honoríficos concedidos por universidades o centros de estudios que reconocen los méritos científicos, intelectuales y sociales de una persona a quien se le concede tan alta distinción por causa de honor.

Naturalmente y más allá del concepto general, la valía de un doctorado honoris causa, guarda relación entre otros factores con la importancia del centro universitario que concede tal privilegio, toda vez que sin perjuicio de cualquier estéril comparación, resulta evidente que un doctorado concedido por la Universidad de Harvard tiene infinita más relevancia y trascendencia que el concedido por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, uno de los centros de estudios que acaba de reconocer una distinción al expresidente Rafael Correa con el grado honorífico. Pero más allá de esa precisión, en los últimos tiempos han surgido diversas críticas a los fundamentos con los cuales determinadas universidades conceden el doctorado honoris causa, toda vez que se argumenta que existen cálculos políticos y, aún más, estrategias de mercadeo por las dos partes, es decir, la universidad que otorga el título y la persona que lo recibe.

Considero que el sesgo político es innegable, citando el caso de las dos universidades argentinas que concedieron el título a Correa, la Universidad Nacional de Rosario y Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, dirigidas por sectores claramente identificados con el kirchnerismo y el radicalismo. Por otra parte, hay un cuestionamiento que se ha hecho en los últimos tiempos en el sentido que se reparten los doctorados en ciertos casos a diestra y siniestra, convirtiendo la distinción en un asunto trivial y habitual, inclusive a personas que jamás han pisado una facultad, siendo extensa en ese sentido la lista de celebridades que han recibido los títulos; no sorprende, por lo tanto, que boxeadores como Mike Tyson o cantantes como Kanye West exhiban sin rubor sus doctorados honoris causa.

Pero quizás la alusión más prudente en torno a los doctorados honoris causa que puede recibir una persona, la hizo recientemente el escritor y filósofo español Fernando Savater, cuando en la presentación de un libro advirtió que “uno puede tener 8 doctorados o 6 másteres y ser un perfecto canalla. Una cosa es la instrucción y otra la educación. Lo importante es ser un buen ciudadano”. No hay necesidad de decir nada más. (O)