Con la celeridad que parece tener ahora el tiempo, especialmente para los que completamos más de ocho décadas de vida, las esperas se vuelven más cortas, de manera que siento que en breve estaremos viviendo una nueva Semana Santa.

Ese tiempo misterioso en el que, según el ambiente en el que nos criamos o hemos sido influenciados, algunas personas aprendimos a combinar ocio y religiosidad, otras gozan solamente el ocio y pocas exclusivamente religiosidad.

Las “vacaciones de Semana Santa” no corresponden al ciclo lectivo de los estudiantes de nuestra costa, pues ese tiempo forma parte de los meses de descanso previsto entre cada año; pero sí para quienes estudian en la Sierra y la Amazonía.

Las universidades y escuelas politécnicas suelen distribuir sus programas de trabajo y descanso según sus planes académicos.

Para la gran mayoría, a la que no afectan las programaciones del tiempo para estudiar, empleadores y empleados, por disposición legal nos corresponde descanso obligatorio el denominado Viernes Santo, siendo costumbre en varios centros de trabajo, por concesión de los patronos o contrataciones colectivas, terminar las labores diarias al mediodía del denominado Jueves Santo.

Este último detalle es importante, especialmente para los cristianos y particularmente para los católicos, pues los habilita para concurrir oportunamente a las celebraciones religiosas que se inician, precisamente, al atardecer del primer día del triduo pascual.

¿Se pueden combinar el tiempo de ocio y la religiosidad?

Mi pregunta induce a una reflexión que puede ser beneficiosa para usted y para su familia y allegados.

Fíjese: si usted asume el liderazgo o se busca una persona apropiada, de su entorno, para compartirlo, podría planificar de tal manera la Semana Santa para convertirla en un tiempo ganado para el descanso, la reflexión, la sana diversión; pero, sobre todo, para la espiritualidad de los suyos y de usted.

Los tiempos que vivimos los ecuatorianos no son óptimos espiritualmente.

Es tan obvio que casi no lo escribo.

Nos hace falta hacer acopio de toda la fe, la esperanza y la caridad que podamos lograr para sobreponernos a la situación sociopolítica por la que atravesamos.

Los medios de comunicación nos presentan diariamente, para que podamos ver, oír y leer un panorama social en el que la caridad apenas se divisa en ciertos ambientes sociales, la esperanza se desvanece con el transcurrir de las horas y la fe es una llama que amenaza extinguirse.

Por lo que me enseñaron y he aprendido, puedo afirmar que la fe es la esperanza en el amor.

Este, que engendra o renueva la ilusión, nos permite ir tras el ideal con la confiada ilusión de obtenerlo.

¿Sencillo o complicado? Dependerá de usted, de su estrategia, de las personas a quienes conquiste para su apoyo en la planificación y vivencia de una “Semana Mayor” especial, que sirva para cargar sus pilas de entusiasmo, fortaleza y decisión, para todos procurar ser mejores y felices.

¿Conviene planificar y trabajar para mejorar espiritualmente nuestra Semana Santa? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)