Toda persona que se contradice en lo expresado, opina falseando la verdad o se retracta de lo expuesto con anterioridad, se la conoce como hipócrita.
Nunca está capacitada para producir ideas que le permitan ejercitar su razonamiento. Busca conseguir beneficios propios o para grupos de sus incondicionales o partidarios que están sometidos al caudillismo. Es dogmático y mentiroso, alcanza triunfos pírricos, premios a través de acuerdos con terceros para justificar su incapacidad. Con poder e hipocresía impone y hace gala de prepotencia, abuso, vanidad. Finge y promete con audacia y mucho dinero lo que no está en capacidad de hacer. El cinismo es el arma que usa el mediocre para dramatizar actitudes positivas, de amistad con el único interés de confundir a la gente y captar ingenuos colaboradores que terminan siendo cómplices y encubridores en fingidas obras. La hipocresía va de la mano con la doble moral y se contrapone a la honestidad. Una persona hipócrita termina enredada en sus propias mentiras, busca a familiares y amigos a quienes engañar, explotar y obtener beneficios, mientras la corrupción funcione; no le importan las consecuencias de sus actos y supuestamente “delega” responsabilidades para ocultar su personalidad patológica. Su carga negativa destruye a su familia y la sociedad a las que defiende y ataca de acuerdo con su conveniencia. El hipócrita lleva una carga de problemas psicológicos y psiquiátricos que le impide mirar el mundo con integridad y rectitud; el honor no existe y busca ganar tiempo para disfrutar de sus “bonificaciones”. La ética y moral son simples enunciados porque la corrupción, el soborno, el cohecho, la depravación, la perversión y la degeneración, hacen notable al hipócrita.(O)
Rodrigo Oswaldo Contero, doctor, psicólogo; Quito