Léonce Ndikumana *

La promesa principal de Donald Trump como candidato es la de convencer a las firmas estadounidenses de volver a casa, creando así miles de empleos y haciendo que despegue el crecimiento, es decir, revirtiendo dos décadas de perezosas inversiones y salarios paralizados. En nombre de dicha promesa el presidente número 45 de los Estados Unidos está presentando ahora su plan tributario, haciendo especial hincapié en lo referente al ámbito corporativo.

Entre otras cosas, la reforma recortaría el tipo de impuesto de sociedades del 35% al 20%, pudiendo darse así, que las multinacionales decidiesen repatriar los trillones de dólares que están reteniendo en el exterior con un tipo de impuesto bajo. Según la Casa Blanca, se trata de una estrategia para impulsar la competitividad de las empresas estadounidenses.

Pero resulta que este argumento no tiene fundamento empírico alguno. Afirmar que una reducción de los impuestos corporativos generaría un salto en el gasto corporativo se basa en la idea de que estas empresas hubieran evitado inversiones de capital debido a las altas tasas impositivas. Pero en realidad los datos demuestran que las compañías estadounidenses pueden pedir préstamos con un tipo de interés récord, atendiendo a lo bajos que son y no tienen problema alguno en cuanto a la liquidez. Lo cierto es que la baja inversión de capitales tiene mucho más que ver con una falta de demanda, un problema que el plan impositivo de la Casa Blanca ni siquiera aborda. Durante su candidatura, Trump criticó el crecimiento de la deuda de los Estados Unidos y sin embargo este plan tributario añadirá trillones de dólares a la deuda actual durante la próxima década.

Aquellos que pretenden promover dicha reforma argumentan que bajando el impuesto de sociedades al 20%, desde el actual 35%, se prevendría el desplazamiento de inversiones, del empleo y de otras operaciones a jurisdicciones de bajos impuestos fuera de los Estado Unidos. De acuerdo con las investigaciones de Kimberly Clausing el Tesoro estadounidense pierde más de 100 billones de dólares anualmente por la evasión de impuestos de las multinacionales. La mayor parte de las ganancias son provenientes del trabajo realizado en los Estados Unidos, pero las ganancias se asignan a filiales extranjeras, usando precios de transferencia, para evitar impuestos.

Lo cierto es que la baja inversión de capitales tiene mucho más que ver con una falta de demanda, un problema que el plan impositivo de la Casa Blanca ni siquiera aborda. Durante su candidatura, Trump criticó el crecimiento de la deuda de los Estados Unidos y sin embargo este plan tributario añadirá trillones de dólares a la deuda actual durante la próxima década.

Pese al famoso tipo del 35%, las compañías estadounidenses pagan de media solo un 14% de impuesto corporativo sobre la renta, gracias a los muchos vacíos legales, los incentivos varios y al lobbying exitoso, situándolas cómodamente dentro del margen de competitividad. En cualquier caso, ni siquiera un tipo impositivo muy bajo puede competir con un impuesto cero, que es lo que muchos paraísos fiscales ofrecen. Por lo tanto, siempre existirán incentivos para desviar las ganancias a países con un tipo de impuesto aún menor.

Lo que está claro es que una reducción importante del tipo de impuesto corporativo sería percibida, a nivel global, como una aceleración a fondo en la carrera mundial de los impuestos sobre las sociedades. El Gobierno británico ya dijo que mantendrá el tipo impositivo más bajo de los países que conforman el G7. México ha prometido responder a las dañinas medidas de impuestos tomadas por los estadounidenses. La mayoría de los países en desarrollo reducirían aún más sus tipos impositivos y aumentarían los incentivos fiscales para competir por la inversión de las compañías. Los gobiernos tendrían entonces que compensar los déficits presupuestarios de las desgravaciones fiscales, recortando en los servicios públicos y en la inversión en infraestructura, e incrementando los impuestos como el IVA y sobre el combustible, que afectan más duramente al ciudadano de a pie.

Claramente, el efecto indirecto de la reforma de reducción de impuestos propuesta por el Gobierno estadounidense afectará negativamente a los más pobres de nuestro planeta, no solo a los de los Estados Unidos. Si se aprueba esta reforma, será muy perjudicial para los ambiciosos compromisos que se vienen dando a cabo por la comunidad internacional para hacer frente a la pobreza y la desigualdad mediante los objetivos de desarrollo sostenible.

Como grupo de líderes de Gobierno, de la academia, y de la sociedad civil, la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT) urge a los Estados Unidos a trabajar con la comunidad internacional para reformar el sistema de impuestos corporativos de forma que se puedan abordar los graves problemas que enfrenta el mundo entero hoy en día: como: el ensanchamiento de la brecha de desigualdad, la creciente inseguridad laboral, el cambio climático y el crecimiento anémico de la productividad. La creación de un cuerpo intergubernamental dedicado a la cooperación fiscal dentro del sistema de las Naciones Unidas es la única forma de asegurar una coordinación global, por medio de una cooperación más fuerte, menos acción unilateral y una lucha activa en contra de los paraísos fiscales. (O)

*Catedrático de Economía en el Instituto de Investigación de Políticas Económicas de la Universidad de Massachusett, y miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT).