La crisis interna de Alianza PAIS, que es a la vez crisis gubernamental, se explica por múltiples factores, entre los cuales se destacan dos. El primero es el síndrome de la abstinencia, como lo denominó Lenín Moreno. Este fue provocado no solamente por las características psicológicas del líder, que sin duda influyen decisivamente, sino también por la relativa autonomía mostrada por el nuevo presidente. Cabe recordar la reacción ante los anuncios de apertura contenidos en el discurso de posesión, que incluyó hasta una estadía de varios días en el hospital. Con sus mensajes, Correa dejaba sentado que haría todo lo posible por impedir que su sucesor eliminara su marca registrada del ejercicio del gobierno como bronca permanente. Incluso mucho antes, el día de la proclamación de la candidatura ya advirtió sobre las consecuencias que tendría la más mínima salida de la línea establecida por el propietario de la revolución. Ahora solamente está cumpliendo esas advertencias. El pelele que él esperaba le salió respondón.

El segundo factor es la ruptura del espíritu de cuerpo. El elemento determinante en este aspecto es la abundante –y a esta altura ya innegable– evidencia de corrupción. Hasta hace pocos días era posible esconder la basura bajo la alfombra porque la despensa estaba cuidada por gatos de la misma especie. Pero ahora ya no se la puede tapar porque la información viene desde afuera y es proporcionada con pelos y señales por los propios corruptores bajo confesión judicial. Esta información amenaza convertirse en un aluvión que puede llevarse todo lo que encuentre adelante, y en ese todo se incluye el actual presidente y su gobierno. Ante ese riesgo, el propio instinto de conservación le aconsejaba a Lenín Moreno tomar distancia. Seguir la norma anterior de socapar la corrupción –pregonada por la expresidenta de la Asamblea y actual secretaria política de Alianza PAIS y por el mismo Correa en sucesivos mensajes– habría sido un acto suicida. Sabido es que el pacto de ceguera, sordera y mudez, que constituye la argamasa de las redes de corrupción, se rompe cuando peligra la propia integridad. Hasta la famosa omertá se quiebra en esos casos.

Lo que no está claro hasta el momento de escribir esta columna (viernes por la mañana) es el resultado del enfrentamiento. Las señales favorecen al presidente, especialmente por la escasa capacidad de respuesta de Alianza PAIS a sus acciones. Un comunicado neutro como respuesta al retiro de funciones del vicepresidente puede ser una demostración de la ausencia de dirección política. También puede ser expresión de las tensiones internas que, en la cándida franqueza de un asambleísta, coloca a esa organización en el papel de los hijos de matrimonio en crisis. Sin embargo, no está dicha la última palabra. Aún queda mucha agua por correr, pero en cualquier sentido que vaya será una corriente que seguirá erosionando las bases de AP y de la casi olvidada revolución ciudadana. Quién sabe si, frente a semejante caos, el líder ya tenga hecho el check in para él y su cuerpo de guardaespaldas. (O)