El martes de esta semana, las FARC entregaron sus últimas armas en una ceremonia especial. Así, a pesar de las dificultades en el camino hacia la paz, llegó a su fin un conflicto armado que durante 50 años alteró la vida de los colombianos dejando miles de muertos y secuestrados y cientos de miles de desplazados.
Ahora, Colombia deberá afrontar el reto de la aceptación e incorporación de los exguerrilleros a la vida colectiva dentro de la legalidad y con iguales derechos.
Cincuenta años de guerra han dejado sufrimientos y resentimientos, para muchos, difíciles de perdonar, por lo que será necesario un esfuerzo colectivo, sobre todo en las ciudades donde no sintieron el peso de la guerra, como en las zonas rurales a las que el Acuerdo de Paz les devuelve la tranquilidad y la vida.
El pueblo colombiano, que a pesar de todo mantuvo su optimismo, dedicación al trabajo y creatividad, lo que fue la mejor manera de resistir, se ha ganado el silencio de las armas y, sin duda, será capaz de convertirlas en palabras, como lo expresó el presidente Santos. (O)








