Tu pedido me conmovió, profundamente. Una pena que el tiempo y la distancia no me hayan permitido aceptar, y ser tu padrino, nuevamente. Personalmente, puede ser que tampoco esté preparado para ello. Las batallas que hemos dado junto a tu tía han sido agotadoras; y he sentido que las hemos peleado solos, sin aquella figura suprema y omnipotente de nuestro lado. Curiosamente, tu tía ha visto su fe fortalecida con los últimos eventos. No deja de ser interesante, cómo un mismo evento puede llevar a destinos tan diferentes y contrastantes.

Quizás por eso, yo no sea la persona más adecuada para asumir tu formación religiosa. Puedo –si me lo permites– atreverme a dar luces sobre aquellos aspectos humanos que están a punto de ser tuyos, de abrirse ante tus ojos. Por eso me atrevo a escribirte estas palabras, con las cuales quiero pintarte el cuadro que todos vimos, cuando tuvimos tu edad, y que pocas veces nos atrevemos a poner en palabras.

En poco tiempo pasarás a través de puertas que creías cerradas; esas que los padres solemos dosificar a nuestros hijos, con el fin de asegurarnos de que estén preparados para lidiar con lo que se les viene encima. Es la Libertad. Usualmente, has de haber escuchado sobre ella, conectada con otros términos, tales como “bien”, “mal” o “responsabilidad”. El tiempo te enseñará que no hay ni bien, ni mal; solamente consecuencias. Mi amigo Manuel solía decirlo de esta manera: “Eres libre de hacer lo que quieras, solo atente a las consecuencias”. Pude comprobarlo; a veces, en carne propia, en otras, en lo vivido por aquellos que ya no están aquí. De ahí las preocupaciones de los tuyos, y de todos los padres del mundo. Si sientes que un ser querido te frena, no es porque dude de tus capacidades. Al contrario. Buscan protegerte de tu propia libertad; que, como toda espada, debe ser bien manejada. De lo contrario, puedes herirte a ti, o a los tuyos.

Vives en un mundo que carece de la épica que añora tu abuelo; el producto de la estafa que se dejó hacer mi generación y la de tu madre, luego de la caída del muro de Berlín. Cuando tenía tu edad, solíamos tener al menos la certeza de que alguien inteligente iba a controlar la situación y evitar la catástrofe. Ahora, ni siquiera eso está garantizado. Ojalá tú y tu generación pasen rápidamente a través de la etapa del asombro, para que se den cuenta de los desastres que otras generaciones hemos hecho, a causa de los espejismos que nos han engatusado. Ideologías y religiones son un ejemplo perfecto de aquella ausencia del bien y de mal, que antes te conté. No son solo buenas o malas, dependiendo de las reales intenciones de quien las manipule.

Ojalá tú y tus contemporáneos puedan arreglar en algo este desastre; poner algo de belleza y de justicia en este planeta. De pronto, pueden lograr que esas dos palabras se vuelvan sinónimos. De pronto son ustedes los que pueden alcanzar algún logro admirable, y romper esta cadena fatua de errores menos malos que los de antes.

A tu salud, sobrina. (O)