El turismo tiene un importante papel en la generación de ingresos y riqueza, empleo e inversiones. En los países en desarrollo la actividad turística se inscribe, además, en el marco de las acciones gubernamentales de lucha contra la pobreza y, por tanto, constituye –o debería constituir– una alternativa que coadyuve a la consecución de mejores objetivos en este ámbito. Ecuador no debería ser una excepción.
La actividad turística es un cluster que genera impactos económicos positivos y tiene potenciales efectos redistributivos sobre ciertos segmentos de la sociedad. Medir correctamente tales impactos es una necesidad para la apropiada adopción de decisiones de política para su desarrollo. Sus posibilidades de generación de puestos de trabajo son también importantes, pues el turismo ofrece posibilidades de integración de mano de obra menos calificada, lo que en países afectados por crisis de coyuntura/estructura es necesario.
La medición apropiada del impacto económico del turismo exige, claro, esfuerzos de investigación estadística importantes. Hay que destinar recursos humanos y financieros con ese fin. Desarrollos recientes de la Organización Mundial del Turismo (OMT) en materia de las cuentas nacionales de la actividad han dejado apreciar que, con respecto al PIB, la participación del turismo ha crecido de forma significativa en varios países. En las Américas y el Caribe, en México, República Dominicana, Jamaica, las Bahamas, entre otros, esa participación es importante y en varios casos supera el 10% del PIB. Costa Rica y Uruguay, según resultados preliminares, muestran un aporte destacable del turismo a la generación de la riqueza nacional (entre 5 y 10%). Colombia y Perú mantendrían participaciones que girarían alrededor del 5% del PIB, en principio.
En un primer ejercicio que se inició en Ecuador en 2001, se estimó que dicha contribución al PIB llegó a 4,3% en 2003. Se aplicaron entonces encuestas regulares sobre el gasto diario de los turistas; se estimó la duración promedio de la estadía de los turistas y se proyectaron dichos resultados al conjunto, favoreciéndose las estimaciones de Balanza de Pagos; se evaluó mejor los perfiles de los turistas internacionales y domésticos y se determinó cuáles eran las formas de turismo más importantes (la más importante era la doméstica, 53% del total; el turismo receptor contribuiría con 24%; y, el emisor representaría 23% de la demanda global). Se conoció que de cada dólar que ingresaba a la economía ecuatoriana, 10 centavos tenían origen en el turismo.
Se publicó una memoria de los trabajos, con el aporte de varios técnicos nacionales (Una interpretación mesoeconómica del turismo en el Ecuador, Quito, Banco Central del Ecuador, 2005) en la que se utilizaron los resultados de la investigación principal de maneras diversas. Esta fue quizá una de las pocas contribuciones académicas sobre el sector turismo en América Latina. A nivel mundial, el Ecuador fue uno de los pocos países que pusieron en práctica las últimas recomendaciones metodológicas de Naciones Unidas sobre la materia y el trabajo desarrollado fue referencia en varias actividades de capacitación en la OMT.
Una investigación posterior, apoyada por la Secretaría General de la Comunidad Andina en 2010 mostró que el turismo generaría un 4,8% del PIB. El ingreso de divisas por concepto del denominado turismo receptor (cuentas viajes y transporte de pasajeros de la Balanza de Pagos) era de casi 50% en ese año (67% en 2016) respecto al total de servicios prestados por el país. Se mantuvo la importancia del turismo doméstico frente a las otras formas de la actividad.
El peso del turismo emisor (residentes que viajan fuera) fue sujeto de una evaluación distinta: de hecho, en términos de la dinamización interna de la economía tiene un peso marginal, pero sus tendencias deben ser analizadas con detalle (¿crisis internas como motivación esencial y en qué medida?).
El concurso de los operadores privados debería ser directo, pues disponer de información de calidad es un apoyo para la realización de mejores negocios. No hay que olvidar que las medianas y pequeñas empresas tienen altas posibilidades de desarrollo en el marco de esta actividad.
El concepto de “turismo sostenible” ha sido priorizado en los últimos años. La propia OMT estimula la medición de esas tendencias, vale decir, sugiere la introducción de un ajuste a la contribución económica visto el costo del eventual deterioro por la utilización turística de las distintas regiones, lo que debe ser ponderado adecuadamente. En el caso del Ecuador, esto podría, por ejemplo, aplicarse a las Galápagos, que reciben un importante flujo de visitantes y enfrentan riesgos mayores de afectación.
La revisión de las informaciones suministradas por el Ministerio de Turismo, difundidas en su página web, muestra que para 2013 el aporte del turismo al PIB sería de apenas 1,89%. Se anota también que en ese año la participación del turismo interno sería de 27,2%, siendo la más importante la del receptor, 44,3%, y la del emisor, 28,5%.
Estos resultados deberían ser mejor explicados y actualizados, sobre todo si, como se ha señalado en varias oportunidades, una de las actividades cuyo desarrollo sería estimulado en los próximos años sería precisamente el de la actividad turística. La precisión de tendencias, de su desempeño en términos económicos y sociales, es una condición de la propuesta de políticas oportunas y confiables.
El concurso de los operadores privados debería ser directo, pues disponer de información de calidad es un apoyo para la realización de mejores negocios. No hay que olvidar que las medianas y pequeñas empresas tienen altas posibilidades de desarrollo en el marco de esta actividad.
Una vez más, con un mercado laboral en crisis, el turismo debería ser estimulado en el marco de programa económico global de reactivación general. (O)