(Behind these hills I’m reaching for the heights/ And chasing all the lights that shine). La película se inicia con la canción Another Day of Sun en las bocas de varias personas que están atrapadas en el tráfico de LA. Desde ese instante hasta el final (cuando aparecen las letras, uno sigue aferrado al sillón), el musical de Chazelle mantiene al espectador bailando al ritmo de los sueños, los colores, la belleza. Tan positiva y motivante que duele. El director de treinta y dos años, en boca de la genial Emma Stone, dedica la obra a (the ones/ who dream/ Foolish, as they may seem).

La La Land es una película adictiva y deja rastro. Ya quiero saber la opinión de los artistas luego de verla. Esta película está hecha para ser un hit, controlando las mareas de adrenalina dentro de los cines. Un despliegue de colores, tomas nostálgicas de Los Ángeles y bailes que evocan Singin’ in the Rain. Tom Hanks se expresó sobre el musical en términos positivos aunque desafiantes: “Si la audiencia no abraza algo tan maravilloso como esta historia, entonces estamos todos condenados”. En contraste a lo que él considera los intereses de los grandes estudios.

No hay película absoluta, perfecta, que considere todos los planos mentales de las personas, que lo plantee todo, que domine el suspenso, el drama. Y continuando con lo que decía arriba, La La Land funciona dentro de lo que se plantea. Aunque en esta línea es interesante el artículo de Richard Brody en New Yorker, donde se refiere más bien al poco interés por profundizar en los personajes, prefiriendo regir a Emma Stone y a Ryan Gosling, fenomenales ambos, a estereotipos, o a ser protagonistas casi sin pasado.

Pero bueno, dentro del chorro de esperanza que les he presentado (City of stars/ Are you shining just for me?), Chazelle logra tocar tierra, aunque sea con la punta del dedo, no dejando que la historia se pierda sin más en las estrellas. Nos enfrenta a una dicotomía vital: ¿el amor o los sueños? Las decisiones. ¿Qué importa más?

El director podría haber simplemente planeado sobre tantas implicaciones morales a las que deberían enfrentarse los protagonistas, como por ejemplo en Los Vengadores, donde apenas hay una sugestión sobre lo que significa matar o ser responsable. Pero no lo hace. Incluso dentro de los planos felices nos pone enfrente la cuestión sobre el precio de los sueños. Y todavía más, nos presenta posibles desenlaces a consecuencia de las distintas decisiones.

¿Qué tanto debemos ceder en nuestra vida? O ¿sobre qué cosas debemos ceder? Y, finalmente, ¿qué cosas importan más? Porque nadie niega la importancia de los sueños (A bit of madness is key/ to give us to color to see), pero ¿será eso todo? En Whiplash (2014), el director deja clara la ansiedad y adicción causadas por las metas. Parece decirnos: a ese nivel hay que luchar por los sueños. En La La Land, introduce otra variable en la ecuación: el amor, y nos vuelve a enfrentar al misterio de nuestras entrañas: ¿cuál es el costo de ser libre? (O)