Siendo yo guayaquileño y un amante de la música clásica, no puedo permanecer callado frente al vejamen que el Ministerio de “Cultura” lleva adelante en contra del genial director de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG), el maestro David Harutyunyan, y de la ciudad.

Esta es la gente anodina –que pretende llamarse no regionalista– envidiosa del talento ajeno, y que amamanta a otra sinfónica de la capital, de inferior calidad que la nuestra, la cual se mantiene gracias a su propio esfuerzo y al de algunas instituciones de la urbe.

Gente mediocre y envidiosa –como toda la alta burocracia– en este caso no solo pretende asfixiar a la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, sino anularla; inclusive, nombrándole un nuevo director que no le llega ni a la suela de los zapatos a nuestro armenio casado con guayaquileña.

¿Querrán que ocurra lo mismo que en la explanada del MAAC (Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo) hoy manejada por ellos bajo su presuntuoso y vacío nombre, con los festivales de los sábados por la noche que constituyen una verdadera afrenta a los oídos de los guayaquileños?; pues bajo el seudónimo de cultura, se ofrecen “magníficas” sinfonías tales como las de “a mover el cul...”, y otras de igual o peor categoría, como el perreo y más formas degenerativas musicales.

A quien deben remover es a su presidente de supina ignorancia sinfónica, pues ya lograron lo que se proponían: una verdadera estampida dentro de la mejor Orquesta Sinfónica del Ecuador (OSG), que le significa a nuestro país, aparte de sus relevantes méritos, una fracción del costo, de la otra.(O)

José Enrique Nebot Saadi, abogado e ingeniero comercial Guayaquil