Ali Ahmad Said Esber, sirio, nació en enero de 1930, en el seno de una familia muy modesta, como reza la solapa de su Violencia e Islam (Ariel, Barcelona, 2015), libro que recoge una entrevista muy interesante, gestada con Houria Abdelouahed, traductora del propio Said. El autor escogió el seudónimo del dios fenicio Adonis desde su primer poemario y así es conocido en el mundo literario.
Adonis ha recibido varios premios por sus poemas, ensayos y trabajos de historia de la cultura árabe. Ha publicado más de 20 libros y desde hace años figura como candidato al Premio Nobel de Literatura (también este 2016). Cuestionador neto, hombre libre, su reflexión coincide con las tragedias que ahora viven Siria, Irak, Yemen y otros países en esa parte del mundo, y con los riesgos que enfrenta Occidente.
El libro que resumo refleja su posición sobre “el silencio y la hipocresía que acompaña cada atentado, cada golpe perpetrado por un islamista al grito de Alá es grande”. El autor cree, al contrario, que el islam es una religión de paz, y que el terrorismo no tiene cabida. Argumenta la necesidad de promover un debate que cuestione la violencia intrínseca, el analfabetismo, la misoginia, la ignorancia y el oscurantismo que cierto islam ha inculcado en la sociedad árabe.
Adonis estima que la primavera árabe de hace unos años fracasó. No fue, dice, una revolución sino una guerra que en vez de sublevarse contra la tiranía que decía combatir, se convirtió en otra tiranía. Las oposiciones fueron aplastadas. La revolución mostró ser confesional, tribal y no cívica, musulmana y no árabe. Por ello la urgencia de un cambio radical en lo político, lo social, lo económico y lo cultural.
Para el escritor sirio hay que dejar de lado la visión exclusivamente religiosa y la concepción de poder entendido bajo formas del pasado. Esto no ha dejado establecer una sociedad civil, una sociedad de los ciudadanos. Hay un error de perspectiva: las sociedades islámicas son conglomerados no estructurados en base a la laicidad, lo que lleva a cometer, en la lucha por las reivindicaciones, errores muy graves.
Una revolución que busca el cambio –añado, concepto difuso, debería ser la libertad!–, no puede destruir su propio país. Pero el fundamentalismo tomó la posta: una revolución que cae en el oscurantismo no tiene nada de revolución, finalmente!
Discute en el libro la relación entre economía y política. Reitera que esa relación se establece en un islam que se vive a dos niveles: uno teórico y uno práctico. El primero, inmutable: Mahoma es el profeta; segundo, las verdades transmitidas son verdades últimas; y, tercero, los creyentes no tienen nada que añadir, sino solo obedecer los preceptos. Mientras, el poder en acuerdo con la inmutabilidad general.
No interesa el porvenir, interesa solo el pasado. Defensores del “orden violento” son, para Adonis, el Ejército Islámico y Al Nusra que, además de la apropiación y búsqueda de más dinero, se caracterizan por una barbarie sin límite, “justificada” (¿) por preceptos retrógrados que existen en la formulación religiosa del islam.
En lo económico, el poder estimula el enriquecimiento, como antes se hizo a través de las conquistas. El monoteísmo, resultado del desarrollo de la economía y el comercio, acaba con cualquier intento de pluralidad, por razones muy “terrenas”, dinero y más poder, lo que también practican los movimientos extremistas. Dice Adonis que el monoteísmo islámico representa el triunfo de la economía y del poder sobre la tierra, en sus formas más primarias.
La religión, que debería remitir a la individualidad, consolida el poder de los gobernantes. Adonis suscribe aquello de que no hay existencia sin libertad. Privar al hombre de su libertad es también privarlo de su lengua. Es privarlo de su expresión libre, es quitarle la conciencia.
Bien decía el poeta español Caballero Bonald, lo añado, “solo somos nuestra libertad y nuestras palabras”! Nunca debemos pues aceptar tales renunciamientos.
Para Adonis, el islam ha desaparecido a la mujer. La mujer no existe…es solo fantasía (p.78), objeto de agresión permanente. ¡Y esto no puede admitirse jamás!, Tarea de todos, tarea prioritaria del cambio y la libertad.
Existe, anota, un solo islam, pero demanda otras interpretaciones, una nueva lectura, libre y meditada, que promueva la controversia, algo que muchos no entienden ni aceptan.
Poeta como es, rescata la poesía como instrumento de ruptura frente al pasado y de búsqueda de la modernidad. La modernidad no admite pactos con principios fracasados. Cita a poetas que rompieron ya con el mundo religioso y con la visión religiosa del mundo, de las cosas y de la vida, en sus formas tradicionales.
Para Adonis, la lengua árabe es un torrente y como tal tiene campos abiertos por doquier. Su lengua es sonoridad, música, la que todo lo envuelve. No debe ser coincidencia su reiterada postulación al Nobel de Literatura.
Concluye en una de las secciones de su libro que hay “que releer esta civilización y revisarla de otra manera: con una nueva mirada y con una nueva humanidad”. Y señala también que “la verdad que se impone por la fuerza es una destrucción de la consciencia humana y de la vida”. No es, en sentido estricto, una verdad, aunque sucede no sólo en el mundo en el que predomina ese islam cuestionado por Adonis.
Rescate, en fin, de las libertades como esencia de la vida y de la solidaridad y esperanza de cambios por su vigencia plena, en ese mundo en el que el pasado extremista sigue anclado con fiereza: claro, reconociendo siempre que hay pasados positivos que algunos desechan, la más de las veces sin fundamentos.









