Esconderse en baños, detrás de las mantas o soportar situaciones incómodas y denigrantes, es parte de la vida cotidiana de muchas mujeres que reciben miradas prejuiciosas e incluso ofensas de gente que condena como si fuese un acto “indecente” que una madre amamante a su guagua en espacios públicos.
Sucede frecuentemente y en distintas partes del mundo, sin embargo una vez más sorprende el reciente caso de Coni Santos que fue expulsada por la policía de un parque por amamantar a su hijo en Argentina, reavivando el debate sobre el derecho de las mujeres a dar de lactar en público. El caso despertó la indignación colectiva en redes sociales y se planifica una “tetada masiva” como protesta; como este existen muchos actos protagonizados por mujeres y hombres que buscan normalizar la lactancia materna ante la mirada pública.
Cada sociedad tiene su régimen de verdad y sus prácticas culturales orientadas a construir subjetividades y procesos de normalización que están inmersos en relaciones de poder. El cuerpo es también un texto donde se escriben estas relaciones de fuerzas y en el caso de la maternidad, se edifica una serie de imaginarios sociales sobre el cuerpo femenino que exaltan la función reproductora, relacionada principalmente con la pureza. Las madres son consideradas como una expresión de discreción y recato, una imagen de pudor que se contradice con el acto de mostrar una parte del cuerpo que además es potencialmente erótica. Sin embargo, la desexualización del cuerpo femenino en el imaginario de la maternidad y su ocultamiento, se contrapone paradójicamente a la exhibición sexista del cuerpo de la mujer en la publicidad, “realities”, programas deportivos, informativos y un largo etcétera en dónde por el contrario se encuentra normalizada socialmente y exigua de cuestionamientos.
El científico chileno Humberto Maturana explica que el amor no es una cualidad o un don, sino un fenómeno relacional biológico, en el cual el otro surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia. Cuando un bebé nace, la principal referencia y seguridad es encontrarse con la voz, la caricia y el seno de su madre. Luego a medida que crece necesita consolidar las relaciones de afecto en la familia y su entorno social, porque a través de ese amor desarrolla sus máximas potencialidades humanas. Cuando se priva de esa posibilidad de desarrollo se niegan sus derechos. La legitimidad del otro, en este caso de los niños y las niñas, se expresa en las conductas que respetan y aceptan su existencia como tal, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero convivir.
Lo peligroso de censurar la lactancia es que atenta contra el derecho a una infancia y vida plena, porque la leche materna no sólo alimenta, proporciona inmunoglobulinas, favorece el tránsito intestinal, promueve el desarrollo sensorial y cognitivo, transmite seguridad emocional al lactante y le calma para dormir, desarrolla un apego que será significativo en las relaciones afectivas durante todas las etapas de la vida y reduce la mortalidad infantil. Además de todas estas virtudes, beneficia a las madres, transformándose en un factor protector ante el cáncer ovárico y mamario. No tiene costo y no contamina.
La madre es libre de dar el pecho a su bebé donde quiera y no tendría que sentirse avergonzada o discriminada por ello. Necesitamos visibilizar las prácticas cotidianas que generan valores universales si queremos tener sociedades emocionalmente sanas. De acuerdo a Maturana, nos enfermamos al vivir un modo de vida que niega sistemáticamente el amor.
En Ecuador, el Estado garantiza a las mujeres embarazadas y en período de lactancia el acceso a la salud y el derecho a no ser discriminadas en el ámbito educativo, social y laboral, ni por el embarazo ni por la lactancia materna, según el artículo 43 de la Constitución; mientras que el Código de la Niñez y Adolescencia en su artículo 24 establece que “los niños y niñas tienen derecho a la lactancia materna para asegurarle el vínculo afectivo con su madre, adecuada nutrición, crecimiento y desarrollo”. La OMS por su parte recomienda que durante los seis primeros meses, el bebé debe alimentarse exclusivamente con leche materna a demanda, en este periodo es necesario amamantar sin restricciones, cada vez que el bebé lo pida y luego combinarla con otros alimentos idealmente hasta los dos años.
Ante todo esto resulta incomprensible que en algunas partes sólo sea socialmente aceptado sacar un biberón de un bolso y rechazado el envase natural. Quizás el ente rector de la salud debería especificar también: sin restricciones… sin importar a quién incomode por tabú o ignorancia.