Los Panama Papers han provocado un tsunami difícil de imaginar, sobre todo porque a una ola sigue otra. Todavía no se conocen los papeles de otros paraísos fiscales, distribuidos a lo largo y ancho de nuestro pequeño mundo en los lugares más inverosímiles, donde hay que buscar la isla o el país con una lupa. Y también descubrir a los verdaderos dueños que se escudan en nombres fantasmas de parientes o amigos, desde conserjes a choferes, hasta cuñados o en divorcios ficticios para no afectar la sociedad conyugal…
¿Qué provoca ese conocimiento sobre la empresa panameña que ayudó a crear más de 240.000 empresas offshore en 21 paraísos fiscales que resulta tan “peligroso”? ¿Qué significa todo esto? Vivimos situaciones difíciles en el país y hay empresas, instituciones o individuos que “tienen acceso a mecanismos financieros poco transparentes o a ciertos atajos y beneficios que el común de la gente no tiene” (Marina Walker).
Esas empresas offshore tienen un secretismo a toda prueba, o por lo menos así lo creían. Es muy difícil encontrar a los directamente responsables, para eso están los expertos como Mossack Fonseca que facilitan todo, rápida y eficazmente. Crean una empresa, muchas veces ficticia, y manejan los capitales desde “fuera del país” con total tranquilidad, a menos que se investigue…
No es ilegal tener dinero y que se lo invierta, pero ¿por qué utilizar cuentas secretas de compañías? Fundamentalmente porque evaden impuestos o sacan de los ptttttaíses dineros que no se quiere decir. Es inmoral, por decir lo menos, mantener estos manejos secretos, esas enormes inequidades.
Los ciudadanos de a pie pagamos impuestos varios. Y hacemos marchas cuando consideramos injustos los que quieren crear. Protestamos cuando la ineficacia y el despilfarro en el manejo de recursos nos afectan. Pero pagamos lo que tenemos que pagar. Con eso somos solidarios con el país donde vivimos y generamos ingresos, riqueza. Aportamos para el conjunto de la sociedad de la que formamos parte, contribuimos a la creación y mantenimiento de infraestructuras, servicios, escuelas. Todo lo que todos usamos.
Hay muchísimos que utilizan todo, pero no aportan o no aportan lo que deberían. Son los medianos y grandes y enormes capitales. Están en paraísos fiscales donde la ventaja individual es la que sirve.
Aunque sea una empresa, lo consideran “su patrimonio”, lo sustraen del bien común. Lo defienden con uñas y dientes como absolutamente propio: “Lo hice yo, lo mantengo yo”. Individualismo. Pero el país somos todos, y lo hacemos todos. Esos capitales emigran cuando la economía marcha mal. Se van a otro lado más propicio. Como quien lleva una valija. Vivo acá, saco ventajas de acá, pero llevo mi riqueza a otro lado.
Es una forma de ver y vivir el mundo… No es solamente un tema económico, es una filosofía de vida basada en el lucro, en el tener, en el hacer crecer el dinero como una realidad en sí misma, en el individualismo, en sálvese el que pueda.
En un artículo del diario El País, del 10/04/2016, Héctor E. Schamis sostiene que la información más valiosa de los Panama Papers no es tanto la evasión fiscal como el lavado, componente lastimosamente habitual de muchos que están en la política. Para ello hay que saber cuáles son las cuentas abiertas durante o inmediatamente después de que su titular pasara por el poder, a diferencia de las que tenía con anterioridad a su paso por la política. (O)