Desde que tres agudos, brillantes y reflexivos columnistas disecadores de nuestra vida política (más un ingenioso diseñador de memes) inauguraron el periódico digital www.4pelagatos.com, los que somos –desde hace años– sus lectores tenemos acceso a sus comentarios cotidianos, y ello podría considerarse en primera instancia como una ganancia para nosotros. La aparición de 4pelagatos es una consecuencia de la persecución del gobierno de Rafael Correa contra los comunicadores adversos más incisivos, al usar su poder para dejarlos sin empleo en los medios impresos. Pero como no hay ganancia que valga la pena sin pérdida a cambio, ¿qué podríamos perder los lectores con este giro de los columnistas pelagatos a una frecuencia diaria?

En este nuevo periódico ellos están ante otra temporalidad, que ya no les permite tomarse unos días para analizar, investigar, escribir, dudar, corregir y finalmente publicar. Ahora están ante la temporalidad del correísmo, la instantánea, la del reflejo rotuliano, la del “toma y daca” inmediato, la puramente reactiva que responde a cada acontecimiento de la vida diaria igual con un exabrupto, una puesta en escena, una orden, un decreto, una propuesta, un desmentido, una amenaza, un escándalo, un dueto con Miguel Bosé o incluso algún emergente salido de las tripas más que del inconsciente. Al pasar a la temporalidad correísta que hace noticia cada mañana por cualquier cosa y sin distinguir lo histórico de lo histriónico, sus analistas críticos podrían sentirse presionados para responder a ella con la misma frecuencia, en un juego donde nadie puede ganarle al inagotable automatismo verbal correísta.

Si Jacques Lacan planteaba, en su sofisma de los tres prisioneros, que la construcción de la aserción subjetiva implica pausas y tres tiempos lógicos no mensurables con el reloj (el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir), en este ping-pong gobiernista que prioriza la reacción por encima del análisis, los pelagatos en cuestión se arriesgan a sacrificar el tiempo necesario para comprender. Me preocupa que cada texto aparezca como una respuesta refleja a cada desliz gubernamental, que la lógica del Twitter desplace a la del análisis, y que la opinión sesuda se degrade a un tuiteo de 500 palabras, meramente coyuntural, soluble e instantáneo. ¿Cómo prevenir esa regresión del pensamiento?

El control del régimen sobre los medios de comunicación no radica solamente en la expedición de una ley y la creación de entidades para ese propósito. Más sutil es la presión de un discurso que incita al otro a engancharse con cada enunciado del Gobierno para devolverle su imagen instantánea en espejo. Es el triunfo de la confrontación pura y especular que suprime el pensamiento, el análisis y la investigación. Una opinión adversa que responda a ello de manera inmediata y habitual se expone a volverse tan predecible, banal y rutinaria como una sabatina. La única manera de evitarlo es preservando la propia temporalidad subjetiva. Pero quizás de gana me preocupo, solo porque me resisto a la temporalidad actual de lo instantáneo, donde el vértigo de la supuesta comunicación ataca el tiempo para comprender, y donde el Twitter se suma a las glándulas sudoríparas, la uretra y el intestino grueso como los emuntorios de los grandes políticos ecuatorianos del siglo XXI. (O)