A mediados del año 1974, Sui Generis lanzó el disco titulado Pequeñas anécdotas sobre las instituciones.

En esa época, el Gobierno argentino controlaba con mano dura los contenidos que se difundían a través de los medios de comunicación, al punto de censurar letras de canciones.

Es por esta razón que muchas canciones vieron la luz con letras modificadas y algunas otras recién pudieron ser conocidas a raíz del retorno a la democracia en los años 80, como en el caso de Botas locas o Juan Represión, para mencionar dos importantes temas de Sui Generis.

De este disco quiero referirme en particular a la canción denominada Instituciones, de autoría del genio del rock latinoamericano Charly García.

Instituciones es un grito contra el establishment; contra “los mismos de siempre”, relacionando a las diferentes instituciones del Estado como personajes circenses, que mueven los hilos de la sociedad, bajo el parapeto de la defensa de las “instituciones”.

Transcribo parte de la letra que fue censurada por el Estado:

“… Los magos, los acróbatas, los clowns,/ Mueven los hilos con habilidad/ Pero es que ya me harté ?de esta libertad/ Y no quiero más padres/ Que acaricien mi espalda/ Oye, hijo, las cosas están de este modo/ Dame el poder y deja que yo arregle todo/ No preguntes más/ Tenés sábados, hembras y televisores/ Tenés días aún para dar sin los pantalones/ No preguntes más/ Pero es que ya me harté ?de esta libertad/ Yo no quiero más padres/ Que acaricien mi espalda/ Soy un hombre que quiere andar/ Sin pedir permiso para ir a llorar…”.

Y traigo a colación esta canción porque no tengo la menor duda de que esa fue precisamente la clave del éxito de la revolución ciudadana: convencer al electorado de que todo lo anterior estaba mal (y sí estaba mal, aunque no todo), que todos los males de la sociedad eran responsabilidad directa de los grupos de poder, que a través de las instituciones habían deteriorado la calidad de vida de las grandes mayorías en beneficio de unos pocos.

El problema de una apuesta tan ambiciosa, esto es, refundar el país, para cambiar lo malo (o sea todo) y traer bienestar celestial a las grandes mayorías, es que no existe margen de error.

Digo esto porque desmantelar la institucionalidad democrática por inservible, y encaramarse en una nueva, dizque para 300 años, solo se justificaba con un éxito rotundo. Y mucho más si un imprevisto y atípico buen viento (el mayor boom petrolero de la historia republicana) los impulsó por casi nueve años.

Por este motivo, ahora que la crisis económica se siente y es aceptada a todo nivel, incluso desde el oficialismo, y que comienza a desbaratarse la armoniosa relación entre las “refundadas” instituciones, pregunto:

¿Mejoró la institucionalidad del país? ¿Hoy tenemos mejores instituciones?

¿Usted encuentra, amigo lector, alguna sintonía entre las “instituciones” de Sui Generis y el Ecuador anterior a la revolución ciudadana?

¿Las instituciones hoy, en tiempos de la revolución ciudadana, son diferentes?

¿Mejores? ¿Iguales? ¿Peores?

¿O será que simplemente cambiaron quienes “… mueven los hilos con habilidad…”? (O)