El 29 de enero pasado, en una sobria ceremonia, el Consejo Politécnico de la Espol hizo entrega del doctorado honoris causa al Dr. Rodrigo Borja Cevallos, por sus indiscutibles merecimientos políticos y académicos, que honran a la nación. En su discurso de agradecimiento, una admirable pieza oratoria, resaltó con excelencia la importancia de la ciencia y tecnología, con gran énfasis en el uso de la electrónica, pero que crea una nueva brecha entre los pueblos más avanzados y los de menor capacidad para obtenerla. Recalcó la degradación que ha sufrido, proclive al fraude y engaño, la “videopolítica”, que desnaturaliza el empleo de ayudas electrónicas, como el telepronter, que emplean los líderes especialmente en el poder, cuando al leer sus discursos aparecen como si estuvieran improvisando, con alarde de exquisita cultura, sabiduría y prodigiosa memoria, que es posible no posean.
La eficacia del invisible artefacto dependerá de la habilidad del disertador a la lectura viva, gesticulada y armónica, pero se vuelve esclavo de la sapiencia y enfoque de quienes preparan los textos, no siempre poseedores de especialidades científicas abordables según la ocasión, que podrían contener datos erróneos o fuera de lugar, que el líder no distingue de la realidad, en cuyo caso quien escucha y ve, por más artilugios empleados, constata con facilidad la farsa, entonces el político perderá credibilidad, será motivo de socarrones comentarios, difundidos con gran rapidez en las redes sociales. Los peligros de expresar palabras técnicas no comunes a los políticos son muchos, siendo muy popular el mal rato sufrido por un presidente latinoamericano (no ecuatoriano), que reiteradamente tartamudeó al pronunciar el término “epidemiológicos”. Es posible también que el sofisticado equipo sufra inesperadas averías o se derrumbe, siendo la única reacción del sorprendido lector del telepronter, un vergonzoso enmudecimiento. Sería más convincente la lectura directa, sinónimo de respeto a los ciudadanos a quienes van dirigidas las intervenciones, sin inducirlos al embuste.
No en pocos casos altas autoridades nacionales caen en tremendas inconsistencias cuando, con telepronter o no, leyendo escritos preparados por otros, conducen a errores como decir que en el 2015 se elevó la productividad de maíz a 5,8 toneladas, pues con una simple operación aritmética, que tome en cuenta la superficie sembrada de 400 mil hectáreas, resultaría un volumen de 2,32 millones de toneladas, permitiendo no solo el esperado autoabastecimiento, que no se logró (se importaron 36 mil toneladas, cifra del Banco Central), sino que hubiese generado un excedente exportable de un millón de toneladas. Estimo que el dato emitido por los técnicos correspondió a un segmento menor de siembra que recibió mejores atenciones agronómicas, pero lo alteró el disertador al generalizarlo.
Como lo dicho, hay ejemplos en que el telepronter, cuyo pecaminoso uso descarnó el Dr. Borja, traiciona al orador no por su culpa, sino por la errónea preparación de quienes elaboraron el discurso, lo que explica la preocupación del ilustre expresidente al decir que la ciencia ha tomado ventaja al lento crecimiento de la moralidad pública, derrotada por los despliegues mentirosos de la “videopolítica”, que obnubila a los ciudadanos, al elegir a los más vivos, aun cuando menos capacitados. (O)
Sería más convincente la lectura directa, sinónimo de respeto a los ciudadanos a quienes van dirigidas las intervenciones, sin inducirlos al embuste.