Han pasado algunos años desde que, por vía Asamblea Nacional, se avalaron los cambios que se darían en las universidades del Ecuador, como de los organismos rectores de estas; del antiguo Conesup, al actual CES, sumando a otros organismos paralelos que se crearon como Ceaaces, Senescyt, además de la nueva Ley de Educación Superior y su Reglamento; tienen por objeto, según decían, mejorar la educación superior.
No dudo de la buena intención de estos cambios, pero sus resultados no han sido del todo buenos, ejemplos: desde que se aprobó la gratuidad universitaria hasta el tercer nivel, con la condición de que los estudiantes aprueben los exámenes de aptitud de la Senescyt, hay miles de bachilleres que no han podido ingresar a la universidad, pues el Ministerio de Educación no ha planificado preparar a los futuros bachilleres dentro de la misma malla curricular de los colegios; por lo que no sirve que se gradúen y que la educación superior sea gratuita, si no pueden continuar sus estudios universitarios; ¿esto es éxito o fracaso?
Primero se pidió como requisito para ser docente universitario tener una maestría, la mayoría de profesionales escogió hacer una maestría en educación, era prácticamente el único tipo de maestría que se ofrecía; pero en un consejo universitario se aprobó sin consultar a la docencia, que para los concursos de méritos solo serán válidas las maestrías hechas en el campo específico del conocimiento, en las asignaturas para las cuales se concursa. Esto significa, a manera de ejemplo, que un abogado o doctor en leyes que había realizado una maestría en Educación Superior, y concursaba en la facultad de Leyes para dar cátedra de Derecho romano o de Legislación laboral, no podrá nunca ganar el concurso porque su maestría no es en Derecho romano o en Legislación laboral. ¡Absurdo!, ¿acaso por no haber hecho la maestría en esas materias específicas significa que toda su experiencia de abogado y docente no lo acredita para enseñar esas asignaturas? Lo mismo podría aplicarse a un ingeniero en Sistemas, para dar computación; a un licenciado en Lenguas, para dar inglés; a un médico, para dar anatomía o biología... ¿A quién se le ocurrió la peregrina idea de que el conocimiento y la experiencia profesional de docentes con más de tres décadas de servicio en educación superior, y que tienen maestrías en educación, no sirven para enseñar a jóvenes? Esto es otro error, una injusticia que es necesario cambiar. (O)
Carlos E. Idrovo Coppiano, doctor, MSc., docente universitario; Guayaquil