Un conocido escritor cristiano dijo que sin Jesús no hay Navidad. Pero parece que hay Navidad sin él. Es el gran ausente. Es popular la frase ‘tristeza de Navidad y fin de año’, y las estadísticas dicen que en estos días aumenta el número de suicidios y depresiones graves en personas de toda condición social y económica.
La soledad y la amargura invaden el corazón de mucha gente en medio del bullicio, la música, las fiestas y el intercambio de regalos. Pero son “los afanes de este siglo” (como dice Jesús en san Marcos 4:19) los que convierten en deprimente un acontecimiento que debe llenar a todos de gozo y paz. Navidad no es sinónimo de vanidad. Volvamos a poner la fe en el Salvador que nació en Belén de Judea, Israel, y no en las cosas que perecen y son como hierba cortada, que rápidamente se seca al salir el sol. Quienes somos madres debemos tomar como ejemplo lo que dijo María cuando supo que tenía en su vientre al Señor: “Engrandece mi alma al Señor y mi Espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1 :46). Mirémonos en este espejo y cambiemos de actitud para ser felices y optimistas en todo tiempo. (O)
Grace Ruperty Elizalde,
Licenciada, Guayaquil