La corrupción moral es fuente de todas las otras corrupciones, cuya raíz está en la formación de los valores humanos y sociales.

El responsable de este desquiciamiento universal que vive la humanidad, es la inclinación a utilizar lo que se denomina la “línea de menor resistencia”, que provoca apetito ansioso y excesivo de acumular poder y riquezas en el menor tiempo posible, aunque haya que perjudicar a alguien. Es una depravación moral. Se inicia cuando los padres en la etapa formativa no educan valores, creando personas carentes de respeto, honestidad..., que luego definirán equivocadamente su actitud frente a la vida; de esa manera la sociedad se va insertando dentro de patrones de corrupción. ¿Quién imaginaría que figuras poderosas del fútbol mundial fueran acusadas de promover corrupción y codicia que han sacudido a la FIFA? ¿Quién creyera que en Brasil el escándalo de lavado de dinero proveniente del tráfico de influencias y contratos con sobreprecios en empresas y transnacionales, sea etiquetado por la fiscalía como la mayor confabulación de corrupción descubierta hasta ahora en este país? ¿Quién apostaría a que la presidenta de Chile haya lamentado el escándalo derivado de la acusación por supuesto tráfico de influencias que afecta a su hijo, que debió renunciar a su cargo en el gobierno? Luchar y erradicar la corrupción es de exclusiva incumbencia de cada uno de nosotros, no de toda la sociedad. La corrupción desaparecerá cuando los hombres seamos dirigidos desde nuestro espíritu, y no desde el cuerpo y sus deseos que se refieren al caminar por un mundo pecaminoso. (O)

Julio César Ubilla Abad,
Arquitecto, Guayaquil