EE. UU.

Tambaleantes después de que Mitt Romney perdió contra Barack Obama en 2012, el Partido Republicano se reunió para realizar un ejercicio de examen de conciencia llamado Proyecto de Crecimiento y Oportunidad.

Los dirigentes del Proyecto encuestaron a miles de votantes republicanos, expertos técnicos y funcionarios elegidos. Hablaron con cientos de republicanos desafectos y 2.000 electores republicanos hispanos para averiguar qué fue lo que salió mal.

En un informe de 97 páginas, concluyen: “El Partido Republicano necesita dejar de hablarse a sí mismo. Nos hemos vuelto expertos en cómo brindar refuerzo ideológico a personas con la misma forma de pensar, pero, devastadoramente, hemos perdido la capacidad para ser persuasivos con quienes no están de acuerdo con nosotros en cada tema, ni a recibirlos bien”. Esto es lo que el estudio dice sobre los debates presidenciales: “Ningún debate será significativo, si no es desafiante, vigoroso y justo”.

Ya tarde el domingo, representantes de una docena de aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia, que echaban espuma por el trato en el debate de la semana pasada, dejaron fuera de una reunión al Comité Nacional Republicano, durante la cual, esencialmente, lanzaron por la ventana su orientación anterior. Para complacer a Donald Trump, quien promete levantar un muro de mil millas entre Estados Unidos y México, así como boicotear cualquier debate patrocinado por Telemundo, la red de televisión en español, estos republicanos quieren eliminar el único debate que van a presentar los medios latinos.

Acordaron un trato con guantes de seda para Fox News, la agencia de noticias a la que recurre el Partido Republicano para “el reforzamiento ideológico de personas con ideas afines”. Están finalizando la lista de exigencias para otras agencias de noticias interesadas en presentar un debate. Si estos aspirantes a la candidatura se salen con la suya, van a prohibir comportamientos mediáticos que incluyen: pedirles que levanten la mano para responder una pregunta (Donald Trump, de nuevo); hacer preguntas de sí o no “sin tiempo para dar una respuesta sustancial”; mostrar la reacción del público o del moderador ante las respuestas del aspirante, y mostrar “un podio vacío después de un receso (que describe cuán lejos están los baños)”.

¿Acaso esta lista no deja demasiadas cosas al azar? ¿Qué hay de ocultar peligrosas extensiones eléctricas bajo la alfombra? ¿Y acaso no deberían protegerse de los juegos de asociación de palabras o de preguntas de concurso de geografía a quienes compiten para dirigir al mundo libre?

De acuerdo, el debate de la semana pasada incluyó algunas preguntas excéntricas. Sin embargo, casi cada vez que un aspirante se quejaba de los medios, era después de que se le pedía que explicara una propuesta política o alguna acción pasada de inquietud legítima para el electorado. Los participantes parecían pensar que era injusto que se les pidiera explicar cómo podrían reducir los impuestos y el déficit federal simultáneamente; deportar a 10 millones de personas de un día para otro; o reducir el código fiscal de 70.000 páginas a tres. ¡Alas!, demasiados en una cancha para 14 contendientes parecen haber concluido que presentar ideas extravagantes y atacar a quienes lo cuestionarían son buenas formas de obtener atención.

En el 2013, el CNR reconoció que sus posibilidades estaban en peligro a causa de ese tipo de demagogia. El Partido “se está marginando cada vez más y, a menos que se hagan cambios, será cada vez más difícil que los republicanos ganen otras elecciones presidenciales en el futuro cercano”, se concluye en el informe. “Cuando alguien pone los ojos en blanco ante nosotros, no es factible que abra los oídos para escucharnos”.

Ahora es el CNR el marginado. Si los aspirantes a la candidatura republicana descontentos se salen con la suya, la dirigencia del Partido quedará, prácticamente, fuera de la planeación de los debates, un medio principal para que los estadounidenses escuchen y sopesen las ideas de los aspirantes. Los debates son demasiado importantes como para que sigan la guía de un documento tonto, elaborado por impetuosos que exigen a las agencias de noticias que “mantengan (la temperatura en el salón del debate) por debajo de los 67 grados Fahrenheit”.

El ridículo manifiesto elaborado el domingo está bajo revisión. El CNR haría bien en ejercer cualquier influencia que tenga. Es trabajo del Partido, no de los medios, salvar de sí mismos a los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia. (O)

El Partido “se está marginando cada vez más y, a menos que se hagan cambios, será cada vez más difícil que los republicanos ganen otras elecciones presidenciales en el futuro cercano”, se concluye en el informe.