Altiva, fiel morada de trabajo, se yergue majestuosa entre el Salado y el Guayas que duermen en su regazo; mi querida ciudad luce dichosa la diadema de estrellas, que la adorna, brillan las tres en su pensil florido, arrullada por cantos del ruiseñor y la alondra.

Guayaquil ilumina el cielo ecuatoriano y es el faro que alumbra su destino, de corazón solidario..., es el abrazo que da al peregrino. ¡Albricias, Guayaquil! Puerto del alma, reluce su espíritu legendario, sus mujeres y sus hombres que son guerreros visionarios. (O)

Myrna L. de Cobo, Guayaquil