En la historia de la humanidad predominan las guerras; el hombre busca permanentemente armas más letales; el león vive, matando a otros animales; el pez grande se come al chico; el aborto; la eutanasia; el abandono a los ancianos. Contrariamente, se reprueba el maltrato a los animales; se defiende el medioambiente. La Facultad de Bioética del Ateneo Regina Apostolorum en esta realidad con elementos extremos contrapuestos ayuda a mirar la conexión entre dignidad humana, ecología y cuestión ambiental; a descubrir las ideologías que sustentan estas contraposiciones:

De acuerdo con una ideología materialista y mecanicista, no habría diferencia entre los seres humanos y los animales (Darwin). Según Richard Dawkins, los comportamientos de los animales son solo respuesta a apetitos y aversiones.

De acuerdo con otra ideología materialista, el hombre podría superar las limitaciones actuales y rediseñar la raza humana con la tecnología moderna, con inteligencia artificial, la medicina regenerativa, la terapia con células madre, la clonación, etcétera.

Unas ideologías materialistas siguen una tendencia optimista: la tecnología podría transformar a la humanidad y su medioambiente. Otras ideologías son pesimistas: acusan a los humanos de una explotación abusiva, que provoca contaminación, deforestación, cambio climático, extinción de especies animales, etc.

Ideologías materialistas, al negar la capacidad espiritual del hombre, privan de base inamovible al bienestar humano, fundándolo en lo tecnológico, abren la puerta a predicciones desesperadas. No habría alma humana; no tendría contenido el respeto a la persona, libertad, justicia. Hay quienes actúan de acuerdo con estas ideologías.

La respuesta cristiana –afirma Joseph Tham, decano de la Facultad de Bioética– señala que el bienestar se encuentra en la relación armoniosa entre los seres humanos, la naturaleza y Dios. La relación entre el hombre y medioambiente no es de dominación, sino de armonía y de responsabilidad. Juan Pablo la llamó “ecología humana”,

Hay relación entre espiritualidad y medioambiente, según exégetas bíblicos. El relato de la creación en el primer capítulo del Génesis no tiene una finalidad científica, sino litúrgica; coloca al hombre en el centro de la creación, como sacerdote. Su deber consiste en rendir culto a Dios, cuidando el templo de la naturaleza. Los cristianos de Oriente hacen hincapié en la santificación del templo cósmico. Los cristianos en Occidente nos hemos centrado en el pasaje del Génesis, en el que el hombre es considerado corona de la creación. Se le confía la tarea de dar nombre (identificar y cuidar) a los seres creados, cultivándolos y gobernándolos responsablemente: el hombre es presentado como el mayordomo, que convive armoniosamente en solidaridad con la naturaleza. Contrariamente, los humanos hemos herido a la naturaleza. Sin embargo, a diferencia de otros animales, podemos reflexionar y orientarnos hacia la solidaridad con los seres del presente y del futuro. Podemos y debemos adoptar una ética alejada del consumismo, del utilitarismo. Si se insiste en afirmar que no tenemos un espíritu específico que nos diferencia de los otros animales, queda sola la destructiva ley del más fuerte. (O)