El 1 de mayo un menor tuvo la ingrata idea de “faltar el respeto en público al presidente”. Las redes sociales se vieron inundadas por una parte, por los que descalificaban la actitud del “muchachito malcriado” y por otra, los “detractores” que vieron en la consecuencia del acto, otra falta clara al derecho a ejercer la libertad de expresión.
La actitud de ponerse a la altura de la inteligencia emocional de un adolescente en etapa de formación (17 años) invita a reflexionar, si ¿estos son los mismos menores que constitucionalmente fueron facultados a partir del 2008, para decidir mediante el sufragio quiénes nos representarían? La sanción de labores comunitarias para el menor me parece justa. Lo que estuvo de más fue la forma, no el fondo. “Los hijos son el reflejo de sus padres” (cuestionable). “Los ciudadanos son reflejo de sus gobernantes” (¿no lo es?). Un gobierno ha enseñado a sus jóvenes a ser rebeldes, contestatarios, vehementes, comunicativos, elocuentes, partícipes de los cambios; pero para reafirmarlo debemos escuchar también lo que nos recuerde que somos humanos, o deberíamos pensar en la creación de una nueva cartera de Estado que se llame “secretaría de la memoria mortal”, en la que el representante sea alguien que recuerde el paso efímero por la vida y por las calles, sin aires de majestuosidad.(O)
Andrea Mora Dávila, Madrid, España