El rumor es una forma de comunicación bastante frecuente, que es estudiada por la teoría de la comunicación y por el psicoanálisis.

Allport y Postman, dos de sus estudiosos, señalan que hay dos condiciones básicas para que corra un rumor, son la importancia y la ambigüedad. El tema debe ser importante para quien lo emite y para quienes lo propagan y debe ser ambiguo: por su naturaleza contradictoria, por la desconfianza que genera el tema, porque no hay mucha información sobre eso o por las repercusiones emocionales que provoque.

Los rumores dependen más de la manera en que los hechos son percibidos por las personas que de los propios hechos, y muchos de ellos son, además, producto de la ansiedad. Para Mark Knopf, un rumor refleja temores y en ocasiones puede actuar como freno o como alerta social.

El rumor suple la necesidad de información al interior del sistema. Es información no oficial, no respaldada y, por lo tanto, será mayor mientras más sea el tiempo transcurrido entre el inicio del rumor y la confirmación o desmentido del mismo.

Pero para contrarrestar el rumor es necesario evaluar las fuentes de la incertidumbre, que genera la desconfianza que es una de las condiciones del rumor. Por supuesto, todo esto se refiere a los rumores que tienen como tema algo que es una preocupación general y que responde a la necesidad social de conocer más sobre la materia que origina la trasmisión de algo, de persona en persona. Los rumores que se refieren a situaciones individuales o circunstancias específicas de sujetos específicos suelen tener, además, otras motivaciones y en algunos casos no se diferencian mucho del chisme, pero esos no son parte de este artículo.

En las expresiones de Knopf, ya mencionadas, el rumor puede actuar como freno o como alerta, sin embargo, es necesario tener en cuenta que por su relación con los aspectos emocionales no se pueden predecir sus consecuencias. Lo que siempre puede ser claro es la causa, por eso, cuando se quiere combatirlo o contrarrestarlo, es indispensable buscar y reconocer el motivo que lo origina y es más urgente que identificar al culpable lo que, además es muy difícil, cuando lo dicho ha tenido cientos y quizás miles de mensajeros. Por otro lado, nunca es fácil establecer la naturaleza original del mensaje pues no es un secreto que la comunicación de persona a persona sufre cambios, a veces de tal magnitud que no se puede reconocer el original.

De manera que cuando se trata de rumores que se relacionan con intereses colectivos lo más urgente es preguntarse qué lo originó, de dónde surge la ansiedad, cómo son percibidos los hechos, cuánto contribuye a su difusión el clima social del momento y a qué vacío de información real trata de reemplazar. (O)