Decidí ir en busca de la mujer infernal pues el recreo ha de ser parte de la filosofía. Xantipa fue esposa de Sócrates, hubo obvios acercamientos íntimos entre ambos si pensamos que tuvieron tres hijos: Lamprocles, Sofronisco y Menexeno. Sócrates manifestó siempre paciencia, estoicismo. Cuando la tremebunda Xantipa en uno de sus accesos de furia le arrojó a la cara una palangana de agua sucia profiriendo al mismo tiempo los más sonados insultos, el filósofo solo dijo: “Después de los truenos viene la lluvia”, sabemos que aquella mujer era grosera, hiperactiva, probablemente bipolar. Cuando Alcibíades preguntó al malhadado esposo por qué razón no la echaba de su casa, recibió como respuesta: “Me acostumbré a ella como tú al graznido de tus gansas”. Alcibíades ripostó: “Pero mis gansas me dan huevos”, Sócrates entonces dijo: “Xantipa me dio tres hijos”.
Ana Aloysia Keller, esposa del compositor Joseph Haydn, resultó ser totalmente ignorante respecto al trabajo de su esposo, era tan grosera e irascible que el insultado marido la calificó como “su bestia infernal”. Las leyes de entonces no autorizaban el divorcio, razón por la que ambos cónyuges tuvieron amantes; Haydn se fue a procrear hijos con la cantante italiana Luigia Polzelli.
Pasaron a ser leyendas las broncas que tuvo Maria Callas con Arturo Toscanini: “No olvide, maestro, que soy una estrella”. “Pues, mi señora, solo en el cielo están las estrellas”. Richard Burton y Liz Taylor llevaron una vida de perpetuas peleas, las que eternizaron en la película La fierecilla domada con Shakespeare de por medio: “Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado”. Parece que Catulo tuvo también problemas con su amante Clodia. Por más que le haya dedicado un sinnúmero de ardientes y sensuales poemas ella terminó el idilio, supongo, diciéndole algo como: “Tua res tibi habete, dabitur melius amator" (Recoge tus cosas y vete, encontraré otro mejor que tú). Diríamos ahora: “barájate”. Habría que investigar por qué las esposas de los más sanguinarios dictadores los siguieron amando; aunque hayan sido Franco, Mussolini, Saddam Hussein, Hitler, Mao, Bokassa, Ceausescu, ellas los amaron y ellos las necesitaron. Clara Petacci murió acribillada al lado de Mussolini, Eva Braun se suicidó en compañía de Adolfo Hitler, pues eso se llama amar hasta la muerte y sin lugar a dudas estamos hablando de mujeres de temple, las que no se rinden. Diane Ducret dedicó uno de sus libros a las esposas de aquellos personajes de turbulento destino. Coco Chanel, otra mujer de fuerte temperamento, no vaciló en declarar: “Necesitamos la belleza para que los hombres nos amen, y la estupidez para que nosotras amemos a los hombres”. El feminismo extremista estampó esta perla: “Una mujer sin hombre es como un pez sin bicicleta”. George Sand derramó su instinto maternal sobre el frágil Chopin llegando a llamarlo “mi niñito”. Al morir en París, el compositor polaco murmuró: “Y George que decía que no podría morir jamás de no ser entre sus brazos”. Sean mujeres temperamentales o no, lo cierto es que no podríamos vivir sin ellas. (O)