Regresé al balneario Salinas, en la península de Santa Elena, al año y me he deleitado al ver las acacias floridas, qué belleza de árboles; debería el Municipio dedicarse a sembrar más, ya que se dan tan bien en ese clima. A pesar de los esfuerzos que hacen las autoridades, encontré la playa sucia.

Aparentemente, no utilizan las máquinas para remover la arena y limpiarla, pues me dijeron que las usan en época de algas.

El cantón Salinas recibe a nacionales y extranjeros, y muchos ya residen ahí dándole un toque de culturas y costumbres. El ambiente en la playa es refrescante, lleno de gente que se divierte, camina, juega; hay venta de toda clase (sombreros, bisutería, pareos, lotería, frutas, helados, barquillos, maní saladito); en fin, para todo gusto.

Me llamó la atención que los vendedores ofrecen langosta siendo época de veda, a vista y paciencia de las autoridades que no hacen absolutamente nada por evitarlo.

Para ir a la playa tuve que cruzar a pie el parque de la iglesia de La Merced, y cuál es mi sorpresa, en la pérgola redonda las personas cuelgan en las rejas sus ropas lavadas para que se sequen; qué horrible espectáculo para cualquiera que lo vea.

Yo creo que debe haber más seguridad, control y respeto para que Salinas no se vuelva una playa desordenada y sin leyes. El balneario colapsa cuando hay feriados, no hay muchas vías para descongestionar al tráfico y los parqueaderos de vehículos son pocos. Tengo lindos recuerdos de mis vacaciones en el cantón Salinas, provincia de Santa Elena, que lo seguiré visitando y queriendo como siempre. (O)

Marta Boloña M. de Brinkmann, Quito