Según el Diccionario de la lengua española, la avaricia es el afán desordenado de poseer riquezas para atesorarlas. La avaricia, según doctrina católica, es un grave pecado.
Este afán enfermizo por adquirir bienes materiales ha conducido a ser totalmente infelices en la vida, jamás tener paz interior, jamás conocer los más nobles valores que han guiado a los grandes de la historia humana; grandes fortunas materiales les ha hecho inflar egos y perder la visión real de la vida.
Con ese afán desproporcionado de pensar solo en comprar empresas, bancos, medios de comunicación, etcétera, y aún aprovecharse de la pobreza ajena; se destruyen familias, se comete terrible pecado de abandonar a sus hijos, quienes se crían con las empleadas y los choferes en una “cárcel” de oro, sin amor de los padres.
Deberíamos recordar al más grande conquistador del mundo antiguo, Alejandro Magno, quien murió en el 343 a.C. y que ordenó que en el camino por donde pasara su cortejo fúnebre se colocaran todas las riquezas que él consiguió mediante las invasiones; todo el oro, todas las joyas y le cortaran sus dos manos que debían colgar fuera de su féretro.
Cuando alguien cercano le preguntó a Alejandro Magno de este raro deseo al testamentar, dijo lo siguiente: “Que las riquezas estén en el camino por donde pasa mi féretro, significa que todo se queda en esta tierra, y las manos colgando fuera del féretro significa que nada te llevas después de muerto”.
Mensaje: Ayudar a construir vidas, sobre todo en los sectores más pobres. Si continuamos y no cambiamos, jamás tendremos la sonrisa de felicidad como la del papa Francisco.(O)
Francisco Pesántez Villacís,
Abogado, Guayaquil