La Universidad de Guayaquil no sale aún de su crisis y ahora se ha producido un episodio más con la renuncia del rector, quien será reemplazado por el vicerrector de la institución.

Lo cierto es que es urgente encontrar la salida y devolverle a la Universidad el prestigio bien ganado que tuvo. Por años, allí se formaron muchos ecuatorianos que sirvieron al país de manera ejemplar y allí se gestaba el pensamiento político, económico y literario.

En momentos difíciles para la nación, la voz de la Universidad era respetada y escuchada, pues cumplía su papel de alma de la ciudad.

La supresión de los exámenes de ingreso multiplicó el número de alumnos en un trescientos por ciento y la institución se vio obligada a improvisar maestros para completar el número de paralelos, ingresaron muchos recién graduados y algunos profesionales que estaban lejos de reunir las condiciones requeridas para la docencia universitaria. Empezó entonces la decadencia que fue agudizándose hasta llegar a la crisis en la que se encuentra hoy.

Pero una crisis es también una oportunidad que la Universidad y la ciudad misma deben aprovechar para recuperar el valor académico, científico, cívico y ético que una institución de educación superior debe tener.