La creatividad es la capacidad para producir o inventar. Cuán importante es incentivar esta aptitud en las personas, especialmente en los niños, quienes desde muy temprana edad asimilan como esponjas las enseñanzas impartidas por sus mayores.
Cuando un hijo nace, trae consigo incontables potencialidades físicas y mentales heredadas de sus progenitores. Al cumplir un año el infante ya señala con su manita en alto las novedades que giran en su entorno, empieza a sentir las emociones y a vivir las experiencias brindadas por la curiosidad, es el inicio del comportamiento social, sus padres ocupan un lugar destacado en su círculo afectivo; luego, jugando, es como el niño desarrolla su capacidad creativa y aprende las primeras lecciones de cooperativismo, ver los juegos en la televisión no tiene el mismo efecto que practicarlos. Al cumplir los 3 años su lenguaje se va acrecentando y definiendo su personalidad, tiene conciencia de su actividad motriz y del equilibrio, como de sus habilidades para el dibujo a través del cual exterioriza su mundo interior proyectando a veces su satisfacción o sus temores al rechazo y la soledad.
Cuando cumple los 4 años, el niño pisa con seguridad los escalones, su crecimiento físico e intelectual le otorgan cada vez mayor confianza, exhibe sus destrezas y empieza a interesarse por las artes como la pintura, el teatro y la música. Esta es la época en la que los padres deben preocuparse por descubrir en sus hijos el talento que poseen para las determinadas ramas culturales y artísticas, las mismas que a posteriori les brindarán una atmósfera de seguridad, aceptación y armonía. “La imaginación es más importante que el conocimiento”, señaló con sabiduría el célebre científico Albert Einstein. La fantasía y la curiosidad no tienen límites y son necesarias para el desarrollo de la creatividad. Sin embargo, muchas veces los adultos subestiman la importancia que tienen los juegos en el desarrollo de las aptitudes de los niños y confunden creatividad con chifladura y hasta con la locura, lamentable error que hay que corregir. Tenemos que aprender de la educación, cultura, buenas costumbres y principios de los japoneses, quienes aprovechan al máximo las potencialidades físicas, intelectuales, emocionales y sociales que tienen sus hijos. La constante capacitación brindada a los jóvenes en las diferentes áreas, así como la disciplina, responsabilidad y honestidad, han llevado a aquellos habitantes de ese país devastado por guerras al sitial de la excelencia.
Es digno reconocer que los grandes descubrimientos y la actual tecnología responden a quienes aportaron con sus pensamientos creativos. Estimular la capacidad imaginativa y productiva es un deber de todos.
José Castillo Celi, psicólogo, Guayaquil