Por: Hervi

“Las caricaturas, también me hacen llorar”, rezaba una canción de Gloria Benavides de los años de “La Nueva Ola” musical, en el siglo pasado.

En los tiempos que corren, las caricaturas no hacen llorar al presidente Correa, de la hermana república del Ecuador. Lo enrabian, lo agreden, lo hacen cabalgar en la yegua cólera.

Una caricatura del prestigioso humorista gráfico Xavier Bonilla, que firma como “Bonil”, lo hizo enfurecer de tal modo que lo trató públicamente de “sicario de tinta y enfermo”…, “Presentaremos la queja, ahora ya tenemos una Ley de Comunicación que nos defiende. Por más que se disfracen de caricaturistas jocosos para destilar su odio”.

Efectivamente, el Gobierno ecuatoriano ya cuenta con la herramienta precisa para procesar a quienes emitan opiniones adversas en cualquier medio, que lleva ya siete meses de promulgada y cuya primera víctima es el caricaturista Bonil.

¿Cuál fue su atentado?... Ilustrar con una viñeta, en el marco de la Navidad pasada, un hecho noticioso ampliamente difundido: el allanamiento a la casa del periodista Fernando Villavicencio por la Policía, para llevarse documentos y apuntes de una investigación. En la resolución de la Supercom, (la nueva Superintendencia de Información y Comunicación), se lee que Bonil alega que su caricatura se basó en información pública en la que Villavicencio afirma que “esta acción judicial es una represalia por sus denuncias de supuestos actos de corrupción”. Pero en el texto al pie de su caricatura, Bonil señala “Policía y Fiscalía allanan domicilio de Fernando Villavicencio y se llevan documentación de denuncias de corrupción”. No de “supuestos actos de corrupción”.

Dice la Fiscalía: “Lo que comunica a través de las imágenes que conforman la caricatura está alejado de la realidad y la afirmación que remite al final de la misma no fue debidamente verificada.” Es decir, Bonil debió ir a la Policía, pedir gentilmente que le mostraran lo recogido en el allanamiento navideño, y verificar si efectivamente eran actos de corrupción los que estaba investigando el periodista. Lo dio por supuesto. Yo habría hecho lo mismo. Si no, ¿para qué allanar en plena Navidad la casa de un periodista y requisarle sus investigaciones? ¿No habría sido mejor esperar a que publicara lo investigado, y, en caso de ser falso todo aquello, procesarlo por injurias, calumnias, daño moral, etcétera?

En la parte resolutiva, el tribunal sentencia al Diario EL UNIVERSO a multas increíbles, y a Bonil a rectificar la lectura de su caricatura, que “… no corresponde a la realidad de los hechos y estigmatiza la acción tanto de la Fiscalía General del Estado como de la Policía Judicial…”.

En resumen, o “al final del día”, como suelen decir algunos políticos, queda claro que el humor gráfico no está siendo un oficio divertido en la hermana república del Ecuador, pues: “…Bonil tergiversa la verdad y apoya la agitación social con la caricatura que publicó en el Diario EL UNIVERSO.”

Me consta que no es así. Conozco a Bonil desde hace mucho, y sé que su único afán en este oficio es dar una mirada humorística del acontecer de su país y del mundo. Suponer otra cosa habla mal del que lo juzga, de su carencia de sentido del humor y de su afán de inventar un enemigo, a falta de otro más grande.

¿Será que, como está probado a través de la historia, el poder (además de corromper), reduce el sentido del humor hasta convertir sus herramientas en peligrosas armas que es necesario “disciplinar” para que no proliferen? Es curioso. Algunos que llegan a detentarlo, alimentado su ego por los aplausos cercanos, no admiten otro humor que el propio.

Bien por Bonil, el humor es más fuerte.

¿Será que, como está probado a través de la historia, el poder (además de corromper), reduce el sentido del humor hasta convertir sus herramientas en peligrosas armas que es necesario “disciplinar” para que no proliferen?

* Humorista gráfico.