EE. UU.

Más de un millón de estadounidenses desempleados están por recibir el “regalo” más cruel de la Navidad. Están por ver la eliminación de sus prestaciones de desempleo. Miren, los republicanos en el Congreso estadounidense insisten en que si usted no ha encontrado empleo después de varios meses de búsqueda, debe ser porque usted no lo está intentando con suficiente esmero. Así que usted necesita un incentivo adicional en la forma de desesperación pura.

Debido a esto, la penosa situación de los desempleados, de por sí terrible, está por ponerse incluso peor. Obviamente quienes tienen empleos están en condiciones mucho mejores. Sin embargo, la persistente debilidad del mercado laboral también les cobra un precio a ellos. Así que hablemos un poco sobre la dura situación de los empleados.

Algunas personas quieren que usted crea que las relaciones laborales son simplemente como cualquier otra transacción del mercado; los trabajadores tienen algo que vender, los empleadores quieren comprar lo que ellos ofrecen, y simplemente alcanzan un trato. Sin embargo, cualquiera que haya tenido alguna vez un empleo en el mundo real –o, para lo que es igual, visto un cartón de Dilbert– sabe que no es así.

El hecho es que el empleo generalmente involucra una relación de poder: usted tiene un jefe, quien le dice qué hacer, y si usted se niega, pudieran despedirlo. Esto no tiene que ser un aspecto negativo. Si los empleadores valoran a sus trabajadores, no harán exigencias irrazonables. Sin embargo, no es una simple transacción. Hay un clásico de la música country titulado “Tome este empleo y métaselo”. No hay ni habrá una canción titulada “Tome este bien de consumo durable y métaselo”.

Así que el empleo es una relación de poder, en tanto el alto desempleo ha debilitado en gran medida la posición de por sí débil de los trabajadores en esa relación.

De hecho, podemos cuantificar esa debilidad viendo la tasa de renuncias –el porcentaje de trabajadores que abandona sus puestos laborales de manera voluntaria (a diferencia de ser despedidos) cada mes–. Es obvio que existen muchas razones por las que un trabajador pudiera querer dejar su empleo. Sin embargo, la renuncia es un riesgo; a menos que un trabajador ya tenga un nuevo empleo esperando, él o ella no saben cuánto tiempo les tomará encontrar un nuevo empleo y cómo se comparará ese nuevo empleo con el anterior.

Además, el riesgo de renunciar es mucho mayor cuando el desempleo es alto y hay muchas más personas buscando empleos que puestos laborales vacantes. Debido a esto, se esperaría ver un aumento en la tasa de renuncias durante periodos de auge, así como una baja durante los baches; y, de hecho, así es. Las renuncias se desplomaron durante la recesión de 2007 a 2009, y han repuntado solo parcialmente, reflejando la debilidad e insuficiencia de nuestra recuperación económica.

Ahora, pensemos en lo que esto significa para el poder de negociación de los trabajadores. Cuando la economía es fuerte, los trabajadores tienen poder. Pueden marcharse si están inconformes con la manera en que los tratan y saben que pueden encontrar un nuevo empleo rápidamente si los despiden. Pero, cuando la economía es débil, los trabajadores tienen muy poca fuerza, en tanto los empleadores están en posición de hacerlos trabajar más arduamente, pagarles menos, o ambas.

¿Existe evidencia alguna de que esto está pasando? ¡Y cómo! La recuperación económica, como he dicho, ha sido débil e insuficiente, pero todo el pesado lastre de esta debilidad está siendo soportado por los trabajadores. Las ganancias corporativas se desplomaron durante la crisis financiera pero repuntaron de nuevo rápidamente, y siguieron subiendo marcadamente. De hecho, en este punto, las ganancias después de impuestos son 60% más altas de lo que fueron en 2007, antes de que empezara la recesión. No sabemos cuánto de este repunte en los ingresos puede explicarse por el factor miedo; la capacidad de exprimir al trabajador que sabe que no tiene adonde ir. Sin embargo, debe ser cuando menos una parte de la explicación. De hecho, es posible (aunque no seguro bajo cualquier medida) que los intereses corporativos efectivamente estén teniendo mejores resultados en una economía un tanto deprimida que lo que tendrían si tuviéramos una tasa de empleo plena.

Lo que es más, yo no creo que sea una exageración sugerir que esto realmente ayuda a explicar la razón por la cual nuestro sistema político le ha dado la espalda a los desempleados. No, yo no creo que haya una cábala secreta de directores ejecutivos o CEO conjurando para mantener débil la economía. Sin embargo, sí creo que una importante razón por la cual la reducción del desempleo no es una prioridad política es que la economía pudiera estar malísima para los trabajadores, pero a las corporaciones estadounidenses les está yendo bien.

Además, una vez que se entiende esto, también se entiende por qué reviste tanta importancia cambiar esas prioridades.

Se ha dado un debate un tanto extraño entre progresistas en últimas fechas, con algunos argumentando que el populismo y las condenas de desigualdad son una distracción, que más bien el empleo pleno debería ser la máxima prioridad. Pero, como han destacado algunos prominentes economistas, una tasa de empleo plena es en sí un tema populista: la debilidad de mercados laborales es una de las principales razones de que los trabajadores estén perdiendo terreno, al tiempo que el poder excesivo de corporaciones y los ricos es una de las principales razones de que no estemos haciendo nada con respecto a los empleos.

Demasiados estadounidenses viven en un clima de temor económico. Hay muchas medidas que nosotros podemos aplicar para ponerle fin a ese estado de las cosas, pero el de mayor importancia es poner los empleos de vuelta en la agenda.

© The New York Times 2013.