Nuestro invitado |

Como conocemos todos, el púlpito es la tribuna en la que en las iglesias se coloca el predicador para difundir su doctrina, sobre la que no admite objeción ni réplica. El predicador es el magíster dixit, su verdad es la única; todo lo que la contradiga es herejía. Ha habido en la historia célebres predicadores, como el dominico Savonarola, quien, como nos lo recuerda Maquiavelo, sacudió al papado, que lo condenó a morir en la hoguera; Lutero, quien se opuso tenazmente a los predicadores de la bula de la venta de indulgencias, lo que dio lugar a la Reforma, y a las guerras de religión que cobraron tantas vidas. Pero no solamente hubo predicadores en las iglesias, los hubo también en la política, los que montaron púlpitos para imponer su verdad, como Mussolini, el fundador del fascismo, y su aliado Hitler, el creador del nacional socialismo. Los dos lanzaron al mundo a la Segunda Guerra Mundial. Es necesario distinguir entre la prédica del amor y la prédica del odio; entre el predicador que busca persuadir y el que quiere imponer.

Las autoridades nos tienen asombrados con lo que Montaigne calificaría de relativismo ético. Desde el púlpito se defiende hoy la explotación del Yasuní y se excomulga a todos los que ayer compartieron el pensamiento divulgado desde ese mismo púlpito para la conservación de esa vida silvestre. Hoy día se pide el enjuiciamiento penal de los funcionarios que en gobiernos pasados firmaron las actas que eximían de toda responsabilidad a Texaco, hoy Chevron, por los daños colectivos en la Amazonía, lo que implica reconocer lo reconocido por el tribunal arbitral de La Haya. En acto parecido, el Gobierno desiste del juicio contra Colombia por los daños ocasionados en la frontera por las fumigaciones del Plan Colombia, y, además, le reconoce a Colombia el derecho de continuar con esas fumigaciones. Administraciones futuras pueden considerar que el Gobierno actual ha incurrido en la misma responsabilidad de la de los funcionarios a los que ahora acusa por eximir de responsabilidades a Texaco-Chevron. Desde el púlpito se defiende el asilo a Assange, pero se objeta el concedido por Panamá al director de EL UNIVERSO; y para prevenir en esa misma República el que se otorgue asilo a un enemigo del Gobierno, se envía a catorce valerosos, intrépidos funcionarios públicos a tratar de impedir ese asilo y obtener una extradición; ni siquiera se detienen a pensar que con su concurrencia hacen patente la intromisión del Gobierno en la Función Judicial. Se defiende la libertad de prensa en favor de Assange y Snowden, pero en el púlpito se rompen periódicos, se defiende una ley que aniquila la libertad de expresión y se coloca en el Index a toda publicación que contradiga la religión oficial. El misionero Cabodevilla ha sido honrado con el primer puesto.

Están en capilla, en espera del nombramiento del nuevo zar de las comunicaciones, una cincuentena de radios y varios canales de televisión. Nos quieren enmudecer; Montalvo decía que nos estamos haciendo mudos a fuerza de callar. Por supuesto, no calló y nos dejó un obligante ejemplo.