La declaración a domicilio que hiciera el viceministro de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania, Hans Jurguen Beerfeltz, en cuanto a que Ecuador es el jaguar latinoamericano y que estaría a punto de saltar, no solo que iluminó el rostro de quienes forman parte de la llamada revolución ciudadana, que dicho sea de paso no dejan de batir palmas por el elogio, sino que ha servido además al oficialismo para intentar validar ante la opinión pública los resultados obtenidos en el ámbito económico, político y social desde que inició en esta parte del planeta la aventura del socialismo del siglo XXI.
No obstante, hay que decirlo, el propio presidente Rafael Correa, en un medio internacional, se encargó de acotar el alcance de dichas expresiones, en tanto no se puede comparar a la economía ecuatoriana y latinoamericana en general con la del mundo desarrollado, por aquello de la mención a los tigres asiáticos.
En verdad, esa precisión si bien resultó ser oportuna y necesaria para tratar de analizar el tema objetivamente, más aún estando en Europa; empero, al hacer paralelos al interior de la propia América Latina, también se requiere aplicar similar lógica ya que solamente se puede comparar lo comparable. Así de sencillo.
De ahí que hablar de la figura del jaguar latinoamericano requiere, sin duda, de una mayor sustentación técnica a fin de separarla, precisamente, de aquellas expresiones que se suelen utilizar como comodines en medio del diálogo cordial y diplomático que mantienen los estados.
Y es que al hablar de la región, no podemos soslayar el peso específico que tienen, por citar, Brasil, México, Argentina, Venezuela, Colombia, Chile y Perú, cuyos aparatos productivos, con sus propias velocidades y complejidad, determinan un PIB importante en cada caso. La economía ecuatoriana, de su parte, sigue profundizando un modelo primario exportador, donde se reproduce, ayer como hoy, la sentencia de Eduardo Galeano, quien a propósito de la división internacional del trabajo, nos decía que unos países se especializaron en ganar y otros en perder, ahora atenuada por los altos precios de las materias primas.
Solamente al comparar en el barrio los niveles de Inversión Extranjera Directa (IED) determinan distancias abismales en la subregión. En el año 2011, por ejemplo en IED Colombia atrajo $ 13.224 millones; Perú, $ 7.659 millones y Ecuador $ 567 millones, reduciéndose incluso dicha cifra en el 2012 a tan solo $ 335,8 millones.
También, desde luego, es necesario comparar las metodologías de cálculo que se utilizan para la presentación de resultados. En esto, hay que tener presente lo que afirmaba Mark Twain: “Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”.
Esto último nos lleva a preguntarnos, a propósito de otros éxitos publicitados, verbigracia, ¿Ecuador supera futbolísticamente a selecciones tradicionales como Brasil y Francia que permanecen en posiciones secundarias de acuerdo con la Clasificación Mundial que elabora la FIFA? ¿El país –conforme a un estudio de Gallup– ¿está en realidad entre las diez naciones más felices del mundo?
Consecuentemente, no se trata de asumir actitudes postizas que develen complejos de superioridad o inferioridad. No. Lo que se requiere es tan solo una dosis de realismo para saber si somos efectivamente el jaguar u otro encantador minino en el espacio latinoamericano.