Ballenita es el balneario natural de Santa Elena, localizado a tres minutos de la cabecera cantonal. Es un sitio histórico porque en sus playas desembarcó el navegante español capitán Francisco Pizarro, el 18 de agosto de 1527, cuando descubrió la Península del mismo nombre. Los nativos de Ballenita, en su mayoría pescadores y artesanos, son orgullosos de sus raíces. Según historiadores, su nombre se debe a que antiguamente las legendarias ballenas llegaban para aparearse y reproducir la especie.
Su extensa playa tiene una longitud de 1.600 metros, incluidos 200 metros de la zona rocosa y 300 metros de arena y roca. Su agradable clima seco con una temperatura que oscila en promedio los 25 grados centígrados ha sido el imán para atraer a cientos de turistas de distintos lugares, que han construido sus viviendas –desde hace varias décadas– para ocuparlas en forma definitiva o temporal.
En mi niñez visitaba asiduamente Ballenita junto a mis hermanos y amigos, recuerdo sus amplias playas y su brisa acogedora. Ahora, el panorama es distinto. El símbolo de ese lugar era su glorieta, una construcción de una planta frente al mar, hecha hace muchas décadas en la administración municipal de don Ángel Simón Yagual. En 1984 se hizo la actual glorieta de tres plantas que servía como un mirador y era visitado asiduamente por los turistas para ver lindos atardeceres y observar la caída del sol. La falta de mantenimiento del edificio, el paso de tiempo y la erosión del piso, ha debilitado sus bases, pues ahora se ha convertido en un peligro latente que puede colapsar en cualquier momento y podría traer fatales consecuencias. La escalera que da acceso a la playa está cuarteada, situación que no permitió el paso de la multitud en Semana Santa (martes) para que baje a la playa para el baño de la cruz, un acto de fe de los católicos peninsulares. La acción municipal no se vislumbra, a pesar de que meses atrás se pretendió “cederlo” a la Policía Nacional para convertirlo en un cuartel. Los habitantes rechazaron esta medida, que fue derogada inmediatamente.
La mayoría de las calles en Ballenita están descuidadas, a pesar de la existencia de una planta asfaltadora municipal. Los residentes se sienten inconformes porque en el verano el polvo es insoportable y el lodo en la época invernal es molestoso a pesar de pagar puntualmente sus impuestos.
La delincuencia es otro problema que soportan los moradores, especialmente los dueños de viviendas que las habitan en temporada de playa. Los estruches son constantes. La labor de la Policía Nacional es insuficiente, no se sabe si es por falta de personal o falta de estrategia para combatir a estos mozalbetes.
Por otro lado, está casi listo el edificio de la nueva terminal terrestre (construida equivocadamente a la entrada de Ballenita) pero faltan las vías de acceso. Este “detalle” no permitirá su funcionamiento. El Ministerio de Obras Públicas debe tomar cartas en el asunto, a pesar del ofrecimiento del alcalde de Santa Elena. Esa obra va camino a convertirse en otro “elefante blanco”, tal como lo denuncié al país en esta columna el 4 de febrero pasado.
El crecimiento poblacional vertiginoso de Ballenita no ha tenido la respuesta adecuada por parte de las autoridades locales. Los habitantes esperan cambios radicales… ¡Ya basta de tantas promesas de obras faraónicas (nuevo malecón) si no pueden solucionar pequeños inconvenientes!