Un recluso con un desfibrilador cardíaco se quejó de dolor al ser ejecutado por inyección letal en Tennessee, en el sur de Estados Unidos, contaron testigos.

Byron Black, de 69 años, fue ejecutado el martes en la prisión de máxima seguridad Riverbend por los asesinatos en 1988 de su novia, Angela Clay, de 29 años, y sus hijas Latoya, de 9 años, y Lakeisha, de 6 años.

Los abogados de Black habían solicitado que se desactivara el desfibrilador por estimar que podría reanudar el ritmo cardíaco durante la ejecución.

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Un tribunal estatal falló a favor de Black el mes pasado, pero la sentencia fue anulada por la corte suprema de Tennessee.

Los periodistas que presenciaron la ejecución dijeron que Black levantó la cabeza poco después de que se inyectara la dosis mortal y dijo: “duele mucho”.

Lo siento mucho”, comentó entonces su consejero espiritual.

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En rueda de prensa después de la ejecución, los testigos dijeron que Black parecía estar angustiado, pero se desconoce si era debido a las sustancias letales o al desfibrilador, que también servía de marcapasos.

Ha habido 28 ejecuciones en Estados Unidos este año, la cifra más alta en diez años.

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Veintitrés de ellas fueron mediante inyección letal, dos por pelotón de fusilamiento y tres por hipoxia por nitrógeno, que consiste en bombear gas nitrógeno en una máscara facial, causando la asfixia del prisionero.

El uso del gas nitrógeno como método de pena capital ha sido denunciado por expertos de la ONU.

La pena de muerte fue abolida en 23 de los 50 estados del país y otros tres (California, Oregón y Pensilvania) tienen moratorias en vigor.

El presidente Donald Trump es un defensor de la pena de muerte, y en su primer día en el cargo pidió una expansión de su uso “para los crímenes más abyectos”. (I)

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