Ni muerto deja de levantar polémicas. El depredador sexual y asesino confeso de niños de Colombia, Ecuador y Venezuela, Luis Alfredo Garavito, sigue esperando por sepultura. Murió, a la edad de 66 años, estando en prisión el 12 de octubre de 2023 y al 2 de noviembre estaba aún en Medicina Legal.

Allegados al sujeto arribaron a Valledupar, Colombia, para reclamar el cuerpo y enterrarlo en Quindío Sin embargo, la Fiscalía General de la Nación se negó a entregarlo porque no pudieron certificar el parentesco, indicó Semana el sábado 28 de octubre.

La Fiscalía de Cesar no había entregado el cuerpo por estar a la espera de la verificación del Registro Civil, que mostró un sobrino de Garavito, por parte de la Policía judicial de Génova (Quindío), lugar donde nació el asesino serial, explicó El Nacional.

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Semana conoció, a través del personero de Valledupar, Silvio Cuello Chinchilla, que esas personas regresaron al Eje Cafetero,” recogieron las pruebas para poder enterrar a Garavito y ya recibieron el visto bueno del ente de investigación”.

Cremar restos de Garavito

Las supuestas intenciones de quienes reclamaban el cuerpo irían por la decisión de cremar al sujeto al que dentro y fuera de Colombia lo llamaban “La Bestia”.

La cremación estaba fijada para el 18 de octubre, pero por diversos trámites se postergó.

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En El Nacional, que citaba a El Tiempo, el 25 del mes pasado reseñó que el cadáver está en una nevera intermedia del Instituto Nacional de Medicina Legal de Valledupar desde hace 12 días, donde -presuntamente- no se garantizaría una temperatura fría constante.

Al retornar de Quindío, los familiares demostraron la cercanía con Garavito “y mandaron un poder en el que está plasmado que le solicitan al señor fiscal que haga entrega del cuerpo a la primera autoridad del municipio, el alcalde, para que lo reciba”, dijo el funcionario y sus declaraciones se difundieron el 28 de octubre.

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Garavito, el asesino de niños que Ecuador intentó juzgar, padece de cáncer de ojo y leucemia

Qué hay en el abdomen de Garavito

A Garavito le sobraban apodos. Así como lo reconocían como “La Bestia”, le decían “El Monje”, “El Mendigo” y “El Loco”. Atraía a niños con estampitas religiosas, los raptaba. Él se emborrachaba con brandy y los abusaba sexualmente para luego enterrarlos.

Se le juzgó por acto sexual violento, homicidio, acceso carnal violento, secuestro simple e incendio culposo. “La Justicia colombiana lo condenó a 1.853 años de cárcel por su responsabilidad en el acceso carnal, violento y asesinato de 143 niños y adolescentes. Pero en la práctica, la sentencia fue de 40 años”, divulgó El Universo, al citar a medios colombianos, el 13 de octubre.

En Valledupar, donde murió, dijeron que tenía leucemia y El Colombiano agregó que tenía cáncer ocular.

Con el paso de los días y con el temor de que avanzara la descomposición del cuerpo, la familia del “mayor asesino en serie de niños en Colombia” expresó sus dudad acerca de que “su cerebro podría comercializarse para investigaciones científicas”, publicó El Tiempo.

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Paralelo a esta situación, otro frente polémico se abrió y lo representó la divulgación de unas fotografías del cuerpo de “La Bestia”.

El pasado lunes 30 de octubre, El Universal describió que “en una de las imágenes se ve tapada su cavidad ocular derecha, debido a que ese era el ojo que había perdido” por el cáncer.

Pero otra foto llamó la atención: del abdomen sobresale una “gran masa” , al parecer producto del cáncer que padecía, señaló El Universal. En cambio, Marca resaltó que la masa abultada disparó las alertas por las consecuencias de la descomposición.

La entrega del cuerpo para la cremación se volvió también un tema mediático y una petición, de acuerdo con El Tiempo, habría hecho “La Bestia”: “Que me entierren en Valledupar”. Precisamente allí hay preocupación por el problema de salud pública que puede llegar a generar la conservación del cuerpo en condiciones, supuestamente, no tan óptimas.

(I)

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