Shaye Groves, a los ojos de sus amigos es una especie de “bicho raro”, una persona “extraña” y “manipuladora”. Lo más perturbador que tiene es su obsesión manifiesta por el muñeco Chuky, eso a la larga la condenó a prisión.

La mujer fue sentenciada a cadena perpetua por el asesinato de su pareja. Fue un crimen atroz. Lo acuchilló más de 20 veces.

De aquella niña rubia, feliz, que posaba para las cámaras no queda nada. Su cuerpo fue un lienzo para el tatuaje y los corsés entallaban su cintura haciéndola ver más delgada de lo que era.

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“Siempre ha sido rara”

Los allegados dicen que Groves al pasar los 20 años desarrolló un gusto por el bondage y “el machismo”.

Cuando era más joven, era diferente a lo que es ahora: era un poco más femenina”, comentan a Daily Mail.

A ella le gustaban los muñecos Chucky y estaba interesada en ellas.

“Todos llevábamos ropa con colores brillantes y ella iba generalmente con ropa oscura (…) no era gótica, pero siempre fue única. Siempre ha sido un poco rara”, añaden.

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Una conocida apunta sobre los tatuajes de Groves: “Debe haber sido hace dos años que se hizo el de la garganta, no tenía la gran línea en la cara”.

Recuerda que solía tener un piercing en el labio, pero no todos esos otros.

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“Empezó a vestirse un poco ‘gótica’ hace unos dos años cuando se estaba volviendo gótica, un bicho raro”.

El atroz asesinato de la modelo Abby Choi que fue descuartizada: la cabeza fue hallada en una olla y las extremidades en un refrigerador de una casa de Hong Kong

La maternidad

Shaye Groves tiene una niña pequeña, con la que compartía escenas normales de madre e hija, como las de hornear pasteles.

La prensa recoge que en una publicación para su hija escribió: “Hermosa niña independiente con mucha actitud” y prometió “siempre estar aquí para guiarte”.

La obsesión por Chucky y el crimen

Contrastaba la imagen maternal con la decoración de su casa. En las paredes colgaban fotos de asesinos.

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Interior de la vivienda de la condenada por homicidio. Imagen de Daily Mail

Groves, sin duda alguna, desarrolló una obsesión enfermiza con el crimen real. Su casa era un “templo” dedicado al terror, a la muerte.

Mientras su hija jugaba con muñecas, dicen que Groves lo hacía “con las dagas celtas decorativas que guardaba en su estante con forma de ataúd”.

Hasta sus tazas de café eran de terror: llevaban los rostros de asesinos que salían en las películas.

Groves era de las que no se perdía documentales sobre crímenes reales y volvía a leer sus libros recopilados sobre gánsteres.

Su obsesión por Chucky siguió marcándola. Describen que en su casa había cuchillos y dagas en varios lugares.

Camino al punto del no retorno

A comienzos del 2022 la mujer conoció a Frankie Fitzgerald, de 25 años. La relación, que a la larga se tornó “salvaje”, inició en un dormitorio de un pub en Inglaterra.

Estuvieron seis meses juntos y “los dos llevaron su apetito sexual al límite absoluto, usando cuatro cuchillos ‘decorativos’ con representaciones de los villanos cinematográficos Chucky, Jigsaw y Pennywise para ‘jugar con cuchillos”.

Los celos por Fitzgerald la cegaron. El 17 de julio del año pasado, reseñan los medios, Groves se enfureció al verlo supuestamente halar con una niña de 13 años en Instagram. Esa afirmación, aseguran, resultó ser falsa.

Esa noche, mientras él dormía, ella cortó la garganta de su pareja con una daga ritual celta y lo apuñaló en el pecho 22 veces.

Buscó deslindarse del crimen

Para tratar de no aparecer culpable del asesinato, “trató de presentarse ante su amiga, Vicky Baitup, como una víctima de la violencia sexual de Fitzgerald”.

Hizo varias cosas para deslindarse del crimen… algo de lo visto en películas quizás podía funcionar, habría pensado.

Tazas de café halladas en la vivienda de Groves. Foto: Tomada de Daily Mail

En videos de los dos teniendo sexo, Groves había editado torpemente el metraje para que pareciera una violación. No funcionó pues la Fiscalía detectó que era falso.

No pudo con la evidencia de recordarle que “llamó a una amiga ‘riendo’ después de matar a su amante, mostrando su cuerpo y diciendo ‘Lo he hecho”.

La Justicia tomó la palabra y a Groves la sentenciaron a cadena perpetua con un término mínimo de 23 años.

Para el juez, “ella no era una ‘asesina a sangre fría”. El asesinato fue un ‘crimen pasional’ y le dejó claro: “Amabas al hombre que mataste y mataste el hombre que amabas”.

(I)

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