El planeta Tierra está en constante transformación. Aunque muchos de estos cambios avanzan tan lentamente que resultan imperceptibles en el tiempo humano, otros pueden manifestarse con una fuerza capaz de remodelar el paisaje de manera drástica.

En los últimos años, nuevas evidencias han revelado procesos tectónicos que están reconfigurando silenciosamente la geografía africana y que, en el futuro, podrían dar lugar a dos nuevos océanos.

En el este de África y en la región del golfo de Suez, entre África y Asia, continúan activos los procesos de rifting, que son fracturas donde la corteza terrestre se estira y se separa. Este fenómeno es responsable de la formación de nuevas cuencas oceánicas y su avance es inevitable.

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El rift de África Oriental es una inmensa red de fallas y valles que se extiende por más de 3.500 kilómetros desde el mar Rojo hasta Mozambique. Según la Sociedad Geológica de Londres, esta grieta está separando lentamente dos grandes bloques tectónicos: la placa Somalí, que se desplaza hacia el este, y la placa Nubia, que conforma la mayor parte del continente africano.

Aunque resulte sorprendente, este proceso comenzó hace unos 35 millones de años, cuando se inició la separación entre Arabia y el Cuerno de África. La fractura avanzó hacia el sur y alcanzó Kenia aproximadamente hace 25 millones de años. Desde entonces, las placas continúan moviéndose solo unos milímetros por año.

La geóloga Cynthia Ebinger, de la Universidad de Tulane, explica que la separación avanza al mismo ritmo al que crecen las uñas de los pies. Esta velocidad implica que la ruptura total del continente tomará millones de años, pero su final será definitivo.

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Para Ebinger, uno de los escenarios posibles es que la placa Somalí llegue a separarse por completo, formando un nuevo mar que dejaría aislados a países como Somalia, Eritrea, Djibouti y partes de Etiopía, Kenia, Tanzania y Mozambique. Otra hipótesis plantea que solo la parte oriental de Tanzania y Mozambique se desprenda.

Además, el rift no avanza de manera uniforme. Algunas secciones, como la que atraviesa Etiopía y Kenia, parecen haberse estancado, mientras que otras, desde Uganda hasta Malaui, continúan abriéndose.

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Las observaciones satelitales y los datos GPS respaldan estos hallazgos. La especialista en dinámica de placas Lucía Pérez Díaz explica que la litosfera africana se ha estirado tanto que ha perdido grosor y se fracturó. Bajo la grieta asciende una enorme columna de manto caliente llamada superolaje africano, que debilita la corteza y alimenta el vulcanismo activo en la zona, incluidos volcanes icónicos como el Kilimanjaro.

Un fenómeno similar ocurre en el golfo de Suez. Aunque durante años se creyó que esta fractura estaba inactiva, el geocientífico español David Fernández-Blanco demostró que sigue abriéndose a un ritmo de 0,5 milímetros por año.

Tras analizar 300 kilómetros de fallas encontró ríos desviados por el levantamiento del terreno, fallas recientes y arrecifes de coral elevados a más de 18 metros sobre el nivel del mar, lo que solo puede explicarse por actividad tectónica en curso.

En el caso africano, la separación aún tomará una cantidad inmensa de tiempo, pero el planeta ya está encaminado hacia la formación de dos nuevos mares. (I)

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