Entre 2016 y 2023, los ecuatorianos viajaron en 19.884 ocasiones a Estados Unidos (se puede participar varias veces a través de los años) bajo el programa Summer Work and Travel, según datos de la Oficina de Asuntos Culturales y Educativos del Departamento de Estado de ese país.

El programa está diseñado para que estudiantes universitarios de países de alrededor del mundo viajen a Estados Unidos por un periodo para trabajar y viajar. Se lo concibió en 1961 del siglo XX como un esfuerzo diplomático y de intercambio cultural.

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Aquellos que viajan por el programa lo hacen con visas de tipo J1, creada en 1961 y que también cuenta con programas para aprendices, pasantes, doctores, académicos, investigadores, estudiantes universitarios y secundarios, niñeros, consejeros de campamentos de verano, invitados gubernamentales y especialistas, además del programa Work and Travel.

En total, los ecuatorianos han sido escogidos en 26.585 ocasiones para programas de visa J1 (un ecuatoriano puede haber viajado múltiples veces), yendo a Estados Unidos del 2016 al 2023. 19.884 de estas participaciones fueron en Work and Travel, el programa más numeroso.

Considerando que el Gobierno de EE. UU. ha mantenido un límite promedio de alrededor de 100.000 participantes por año de todo el mundo, las cifras sitúan a Ecuador como uno de los países que más envía ciudadanos.

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El país está de forma consistente entre las 25 naciones con más participantes del 2017 al 2023. Y a partir del 2020 se mantiene en el top diez.

Hubo un crecimiento paulatino de ecuatorianos en el programa, se pasó de 1.075 en 2016 a 2.565 en 2019, más del doble. Aunque el número se redujo por la pandemia en 2020, Ecuador fue el país que más estudiantes envió ese año, 1.704.

En 2020, Estados Unidos solo acogió a 4.952 participantes del Summer Work and Travel. Los ecuatorianos representaron el 34 % de los viajeros ese año.

En 2022 hubo 4.573 locales que participaron del programa, más del triple que en 2021, cuando fueron 1.297. En 2023, según el último reporte disponible, 5.075 ecuatorianos viajaron como parte del proyecto, cifra récord.

Los jóvenes ecuatorianos viajan por una variedad de motivos. A Sofía, estudiante de Artes Visuales en una universidad pública de Guayaquil, por ejemplo, le sirvió para mejorar su inglés y desenvolverse en el ámbito laboral.

Sofía, como el resto de participantes del programa, tuvo que realizar los trámites a través de una empresa privada. Estas agencias, encargadas de filtrar a los candidatos para visas J1, a su vez trabajan con compañías en Estados Unidos que tienen contacto directo con el Departamento de Estado de ese país, el ente encargado de regular el programa.

La joven pagó $ 1.600 por el proceso. Como requisito le exigieron haber cursado al menos cuatro semestres de educación superior y un documento de su universidad que certificara que realizaba sus estudios ahí.

“Cuatro o seis meses después”, recuerda, la inscribieron en una plataforma con las opciones para aplicar.

Eventualmente ella y una amiga con la que viajó terminaron en Atlantic City, estado de Nueva Jersey, como personal de limpieza en un hotel.

“No leímos bien la descripción laboral”, dice. Finalmente pudieron cambiar de trabajo.

Según un reporte de la organización estadounidense Migration that Works, en el cual colaboraron con otras instituciones interesadas en los derechos de los migrantes en el país norteamericano, la mayoría de los participantes del programa terminan trabajando en la industria hotelera, en restaurantes y servicio al cliente.

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A pesar de que experiencias como la de Sofía son positivas, el reporte de 2019 de Migration that Works expone varios aspectos controversiales del proyecto.

Catherine Bowman, socióloga estadounidense de Austin College que colaboró en el informe e hizo su tesis doctoral sobre el programa Work and Tavel, señala que una de las deficiencias estructurales de este es que el Departamento de Estado en realidad no lo regula totalmente, prefiriendo dejar la mayor parte de las funciones del día a día a las agencias privadas en Estados Unidos y extranjeras.

Esto podría dejarlos expuestos a abusos laborales: los sectores empresariales que más contratan a jóvenes extranjeros del programa también son los que menos pagan, en la mayoría de ocasiones limitándose a cancelar el sueldo federal mínimo de $ 7,25 por hora o poco más, y también son los que tienen los índices más altos de quejas por abusos laborales.

Además, el reporte detalla que 67 tenedores de visas J1 del 2015 al 2017 denunciaron ser víctimas de trata de personas. “Esto probablemente es ‘la punta del iceberg’ considerando que los empleadores estadounidenses no están directamente regulados bajo las directrices del programa”, lee el informe.

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“No hay muchos lugares donde los trabajadores J1 puedan pedir ayuda, pues no pueden acceder a fondos federales para combatir abusos laborales”, explica el reporte. Los empleadores, además, no deben pagar ciertos impuestos por contratar a tenedores de visa J1.

Muchos de los participantes que ha entrevistado, apunta, dicen tener experiencias positivas. Incluso la recomendarían a su familia y amigos, después de describir las dificultades estructurales con las que se toparon: trabajos que no les programaban las horas requeridas (obligándolos a tener hasta tres trabajos), labor física extenuante y condiciones laborales inadecuadas en general.

Bowman cree que los estudiantes que mostraron esta dicotomía lograron que su estadía en Estados Unidos fuera exitosa por su cuenta y no porque el proyecto esté estructurado apropiadamente. Una de las claves, señala, es que los que decidan ir vayan con amigos. Ha conocido de casos de estudiantes que llegan a Estados Unidos sin una oferta laboral, nadie los va a recoger al aeropuerto, y terminan durmiendo en calles o parques porque ni siquiera tienen dinero para hospedaje.

Otros, agrega la socióloga, tienen que acudir a comedores comunitarios para poder alimentarse. En un caso extremo que descubrió durante la investigación para su tesis, la experta conoció a una joven europea que fue a Estados Unidos bajo el programa Work and Travel para trabajar como mesera, pero luego fue traficada a Detroit para que laborara como stripper. Otros estudiantes de Jamaica, indica, tuvieron que vivir con un arrendador que “andaba desnudo por la casa”, pues no tenían dinero para habitar en otro sector, considerando las altas rentas en ciertas zonas de Estados Unidos.

En comunicación con EL UNIVERSO, un vocero del Departamento de Estado de EE.UU indicó que esa cartera gubernamental “trabaja en estrecha colaboración con las organizaciones patrocinadoras del sector privado que implementan el Summer Work Travel Program” para garantizar la “salud, seguridad y bienestar de los participantes.

“El Summer Work Travel Program es una parte importante de los esfuerzos más amplios de los Estados Unidos para crear oportunidades para la interacción interpersonal entre el pueblo estadounidense y los ciudadanos de otros países”, indicó el vocero.

Sobre las regulaciones que rigen al programa, el representante del gobierno de Estados Unidos apunta que los patrocinadores del programa, las agencias que reclutan y ayudan a participantes durante su estadía en Estados Unidos, deben dar información precisa a los candidatos antes de que estos “firmen acuerdos y/o paguen tarifas no reembolsables”.

Asimismo, los patrocinadores deben “considerar” la disponibilidad de viviendas adecuadas para los estudiantes, además de transporte desde y hacia el lugar de trabajo.

“Si los participantes rechazan el alojamiento o transporte proporcionados por el empleador, los patrocinadores deben ayudar activa e inmediatamente a los participantes a conseguir alojamiento y transporte adecuados”, explica.

Estos patrocinadores están sujetos a eliminación del programa si el Departamento de Estado considera que han cometido abusos. Los funcionarios consulares, además, están obligados a proveer a personas que acuden a entrevistas información sobre líneas telefónicas de apoyo y sus derechos como visitantes.

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Julio, quien estudia en Guayaquil y ya ha sido partícipe del programa en dos ocasiones, puede contrastar la experiencia de ir solo o con amigos, factor importante.

“La primera vez fui a Nevada. Estaba muy escéptico antes de irme, pero mis amigas me hablaron del programa y me ayudaron a hacer el papeleo. Antes no había mucha información sobre esto. Hasta parecía ilegal, pero no”, añade el joven.

“Ahorita vine solo y no se siente nada igual. Me costó más acostumbrarme esta vez. No es bonito estar solo en otro país”.

La experiencia de participar del programa, según Bowman, depende de muchos factores, como la situación económica de los migrantes antes de llegar a Estados Unidos, si manejan bien el idioma, la compañía que eligen, la industria y empresa en la que van a trabajar y dónde vivirán en Estados Unidos.

Para aplicar al programa es necesario hacerlo mediante una empresa privada. Existen varias compañías en Ecuador que trabajan con contrapartes en Estados Unidos, quienes a su vez colaboran con el Departamento de Estado. Estas organizaciones se encargan de aplicar a una visa J1 y conseguir una cita consular.

Estos son los requisitos y costos para participar del programa

Algunos de los requisitos generales que suelen pedir estas empresas son los siguientes, aunque podrían variar en algunos casos, como la edad máxima:

  • Tener entre 18 y 27 años de edad.
  • Nivel medio-alto de inglés.
  • Ser estudiante a tiempo completo de una universidad ecuatoriana.
  • Tener al menos dos dosis de la vacuna contra COVID-19.
  • Tener un pasaporte vigente.

Tomando el ejemplo de una de las empresas que ofrecen este servicio, el costo llega a los $ 1600 dividido en distintos pagos, correspondiendo a las distintas etapas del proceso. Esto no incluye boletos aéreos, transporte y alimentación. El monto sí incluye información, herramientas para búsqueda de trabajos y la evaluación de inglés, entre otros servicios. (I)