Más de 1.000 monigotes elaborados a lo largo de todo el año por los internos del albergue Divina Misericordia se ponen a la venta este mes en Machala. Lo recaudado permite financiar medicamentos y atención psiquiátrica permanente para personas en situación de extrema vulnerabilidad.
“El 100 % de nuestros pacientes necesita tratamiento psiquiátrico continuo y no recibimos ayuda del Estado”, afirmó María del Cisne Loayza, directora del albergue, al explicar la razón por la que esta actividad se ha convertido en una estrategia clave de supervivencia del lugar.
La iniciativa se desarrolla como parte de la terapia ocupacional de los internos, quienes desde enero participan activamente en la elaboración de los monigotes, cumpliendo rutinas que fortalecen su psicomotricidad y su sentido de responsabilidad.
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Cada figura es el resultado de meses de trabajo constante. Para los pacientes, no se trata solo de producir un objeto, sino de integrarse a un proceso que les permite estructurar su día a día y sentirse útiles.
El albergue Divina Misericordia acoge desde hace 33 años a personas que vivían en condición de abandono, muchas de ellas deambulando por las calles, sin redes familiares ni acceso a atención médica adecuada. Algunas también con discapacidades.
Según Loayza, la mayoría de los internos fueron excluidos socialmente y llegan en condiciones críticas. En el albergue reciben alimentación, tratamiento médico y un entorno donde se prioriza la dignidad humana.
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El proceso terapéutico
La producción de los monigotes se inicia prácticamente en el primer mes del año. Cada paciente asume tareas específicas según sus habilidades. Algunos elaboran el esqueleto, otros rellenan, pegan, moldean o se encargan del acabado final.
Este proceso permite identificar capacidades, fomentar la cooperación y reforzar la autoestima.
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“Ellos se sienten importantes cuando ven terminado su trabajo”, explica la directora.
Los monigotes se expenden a $ 10.
Financiamiento y tradición
La venta de los monigotes se complementa con la comercialización de panetones por $ 5, gracias a un convenio con una pastelería local que entrega un porcentaje de las ganancias al albergue.
Los fondos recaudados se destinan principalmente a la compra de medicinas, un gasto permanente e ineludible debido a las patologías psiquiátricas que presentan los internos.
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Loayza reconoció el apoyo de personas altruistas y voluntarios, pero señaló que la mayor parte de los ingresos proviene de actividades de autogestión realizadas durante todo el año, entre esas bingos, cenas solidarias y venta de postres
La tradición de los monigotes comenzó en 2007 como una iniciativa pequeña. En su primera edición se elaboraron apenas 37 figuras, que se vendieron entre familiares y conocidos.
Con el paso del tiempo, la propuesta ganó aceptación ciudadana y se consolidó como una actividad emblemática del albergue, incrementando progresivamente su producción anual.
Para la directora, la compra de un monigote va más allá de una tradición de fin de año. Representa un acto de solidaridad y reconocimiento al trabajo de quienes suelen ser invisibilizados.
Un llamado a la acción
Loayza hizo un llamado a las autoridades locales y provinciales para que incluyan la ayuda social en sus presupuestos y respalden de forma sostenida a instituciones que atienden a los sectores más vulnerables.
“Más que tomarse una foto, necesitamos participación real”, sostuvo, al enfatizar que la asistencia social requiere compromiso y voluntad política.
En estas fiestas, el albergue Divina Misericordia invita a la ciudadanía a reflexionar y apoyar una obra que, a través del trabajo terapéutico, permite que decenas de personas sigan recibiendo atención y una oportunidad de vida digna. (I)




















