‘Cerré los ojos, abracé a mis hijos y solo rogaba que no nos mataran’: la violencia en Manta deja cinco niños y siete adolescentes asesinados

“No importa la fecha, ¿qué te puedo decir de la fecha? Eso es lo de menos. Lo importante es que desde ese día mis niños no son los mismos. No entiendo por qué tanta maldad”, dice Rosa y, mientras habla, se nota la rabia en su mirada. Los ojos enrojecen y un ápice de llanto se asoma en sus pupilas. Es como que no dejara salir las lágrimas, las retiene, sus ojos se inundan; la mujer se hace fuerte.Rosa, nombre protegido, tiene 31 años, es madre de dos niños, ama de casa y, desde octubre del 2024, viuda. A su esposo lo asesinaron en la parroquia Eloy Alfaro, una zona de Manta, donde la guerra entre bandas ha hecho de este lugar el sitio con más muertes violentas en la ciudad.Allí vivía Rosa, en medio de las balas y sonidos de las ambulancias. Allí estaba antes, porque ahora ya no; desde que asesinaron a su esposo, cambió de casa y se fue a vivir con su madre. Era imposible estar en ese lugar, dice. Sus hijos, uno de 6 años y otro de 9, quedaron muy afectados, emocionalmente destrozados.El día en que asesinaron a su padre, ellos estaban en la sala. En realidad, la vivienda que era alquilada tenía solo un ambiente, donde el cuarto estaba dividido apenas por un pedazo de plywood.Eran las ocho de la noche. Un carro se parqueó frente a la casa; los vecinos dirían después que el auto pasó dos veces por el lugar antes de estacionarse. En el tercer intento se bajaron dos sujetos e ingresaron disparando. Su esposo, que estaba en la puerta. Intentó correr y cerrarla, pero una bala lo alcanzó y cayó al suelo. Rosa veía todo mientras gritaba y abrazaba a los niños. El cuerpo ya estaba en el piso, pero los sicarios le siguieron disparando. Los niños gritaban. “Recuerdo que en un momento cerré los ojos muy fuerte, abracé a mis hijos y solo rogaba que no nos mataran”, señala.Cuando los disparos terminaron, ella salió a la calle a pedir ayuda. Los vecinos se acercaron, la policía llegó, los bomberos después, cerraron la calle, que nadie ingrese, el mismo procedimiento de siempre. Un asesinato más en Manta.“Después de todo esto, de todo lo que vivimos con los niños, no me podía quedar allí. En ese barrio frecuentemente disparan al aire o usan pirotecnia y cada vez que eso pasaba, mi niño, el más pequeño, lloraba, gritaba y corría a abrazarme. Eso es horrible, para él es como vivir el momento una y otra vez, por eso me cambié de casa”, comenta.Eloy Alfaro es la parroquia más grande de Manta. Allí viven 60.000 personas de las 250.000 que tiene la ciudad.El año pasado se registraron 331 muertes violentas en el distrito Manta. La mayoría ocurrió en este sitio que fue uno de los primeros en ser intervenidos en junio del 2024, cuando el Bloque de Seguridad llegó a Manta.Para 2025, la situación no es distinta. La cifra de asesinados en enero llegó a 54 en el distrito Manta. Una estadística solo comparada con mayo del 2024, cuando asesinaron a 51 personas.En los meses siguientes la situación no ha mejorado. En lo que va de este año se han registrado 141 muertes violentas y entre las víctimas hay cinco niños de 4 meses, 2, 4, 6 y 8 años, y al menos siete adolescentes (entre 15 y 17 años).El 18 de enero, en Manta, sicarios asesinaron a dos hombres que estaban en un vehículo y en la balacera le dispararon también a un bebé de cinco meses de nacido que después murió.El viernes 14 de febrero, una niña de cuatro años fue asesinada junto con otras 5 personas en el barrio 15 de Abril, en Manta. En uno de los últimos casos, una niña de 8 años fue una de las cinco víctimas de una masacre en una urbanización privada de Manta. El ataque, ocurrido la noche del 20 de abril, dejó además siete personas heridas. “He visto lo que generan las muertes violentas y nadie está haciendo nada para solucionar el problema. Es más, el pensar que los políticos tienen la solución es muy ambicioso”, señala el psicólogo Renzo Macías, quien ha iniciado una campaña en sus redes sociales para atender de manera gratuita a los niños afectados por la violencia que atraviesa la ciudad.“Me dije: si no se puede erradicar el problema, hay que trabajar en las consecuencias. De allí nació la idea de atender a los niños víctimas de este problema”, dice.Renzo comenta que en los niños aún se puede hacer algo, mientras que con los adultos es más complicado: “Están muy contaminados”, señala.Actualmente atiende a siete pacientes, entre 5 y 16 años de edad.En la mayoría de los casos, los menores vieron cuando asesinaban a su padre; en otros, salieron por el ruido de las balas y encontraron el cuerpo en el suelo.“Tengo unos niños de 5 y 16 años que el padre fue asesinado frente a ellos. Los sicarios llegaron hasta el portal de la casa; había una reunión familiar y le dispararon. La mamá me llamó solo un día después de que sepultaron a su marido. El duelo estaba latente. Actualmente, los niños tienen acompañamiento psicológico”, cuenta. Los menores llegan a la consulta con la idea de que el papá fue asesinado por alguna razón. Otros dicen que vieron el crimen, o se lo contaron, o vieron el cuerpo tirado en el suelo. Hay casos en que les ha llegado videos del asesinato, de los tantos que circulan en WhatsApp.“Hay que trabajar en conjunto; los padres también deben ir a terapia. ¿De qué sirve ir al psicólogo si a nivel social no se hace nada? Hay que entender que en estos momentos lo que nos está confinando es la violencia. El pensamiento actualmente en los ecuatorianos es ‘¿A quién le va a tocar hoy?‘, señala.Y así continúan las muertes y las historias llegan a su consultorio. Está, por ejemplo, el niño de 11 años que no estuvo en el crimen de su padre, pero escuchó las detonaciones. Eso le genera ansiedad, pánico. El niño no puede ver noticias, se le dificulta dormir, tampoco quiere ir a la escuela.“Yo me lo pensé varias veces, porque es un tema delicado. Apunté a trabajos con los niños para tratar de borrar esa imagen violenta, pero si dentro de casa conversamos del tema, revictimizamos; el niño crece con esto. Estamos ante una generación que está creciendo con la violencia. Ellos van a pensar que es normal y, si no se hace nada, van a naturalizar la violencia”, explica.El homicidio se ha consolidado como la primera causa de muerte de niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años en Ecuador, según un informe de Unicef, publicado en noviembre del año pasado.Marciana Valdivieso, alcaldesa de Manta, indica que mantuvieron una reunión reservada con el Comité Cívico Ciudadano por la Vida y por la Paz y se ejecutaron aportaciones por parte de empresarios que están cubriendo necesidades de la Policía y Fuerzas Armadas.“Ellos presentaron una matriz de necesidades, como vehículos, motocicletas, repuestos y habitabilidad. Ya se han concretado algunas donaciones”, expresa.Valdivieso dice además que llegarán más policías a la ciudad en los próximos días, lo cual tendrá que ser oficializado por la institución, pero como Municipio, en unión con empresarios, ya se está preparando la habitabilidad.Desde la Policía se indica que el bienestar de los niños no se trata solo de combatir la violencia con operativos, sino de un trabajo social.El año pasado, con el objetivo de rescatar a los niños y adolescentes de la violencia y las drogas, la Policía de Manta realizó el programa Juventud en Movimiento. Realizó capacitaciones, charlas y un concurso de cheerleaders.José Luis Erazo, jefe de la Policía en Manta, comenta que dentro del portafolio de Policía comunitaria está el acercamiento a los jóvenes.“Existen muchos factores de riesgo que permiten que el crimen reclute a niños y adolescentes. Está la disolución de familias, migración, consumo de drogas en padres. Tratamos de llegar a disminuir esto. Podemos llegar a sensibilizar, pero es una corresponsabilidad no solo de la familia, sino de instituciones”, agrega.Ecuador registró en 2024 la muerte violenta de 403 personas de entre 1 y 17 años, de acuerdo con datos del Ministerio del Interior. El 2023 había cerrado con 352 de este tipo de crímenes. (I)

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