El panorama es desolador. Donde antes había bulla, movimiento y alta circulación vehicular, hoy existe solo el silencio desgarrador de una comunidad enterrada en lodo y escombros.

El aluvión en el valle de El Tambo, cantón Quijos, la madrugada del miércoles 2 de julio pasado apagó los sueños de más de 20 familias que se han visto en la obligación de abandonar el lugar que los vio crecer, debido a que sus hogares se redujeron a pequeños palos, ladrillos, techos, paredes que se incrustaron en el fango de la colina.

En el trágico evento hubo un fallecido y un herido. Además, siete casas resultaron afectadas y dos bienes destruidos.

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Ruth Tituaña empezó a guardar enseres domésticos, ropa y colchas para migrar a un sector donde pernoctar. Foto: Alfredo Cárdenas.

Es jueves, 3 de julio, un día después, la intensa lluvia y la densa capa de neblina empeoran el ambiente. Solo el viento silba y los pocos animales que quedan, perros en su mayoría, tiritan del frío en busca de comida.

“¡Ven, Piraña!”, le gritó Ruth Tituaña, prima de la mujer fallecida, que desorientada no sabía por dónde empezar a arreglar el desastre que produjo la fuerza de las lluvias.

“De aquí salimos sin saber a dónde vamos. No sentí miedo, pero cuando vi a mi familia correr del derrumbe (aluvión) fue lo peor”, contó Ruth mientras las lágrimas rodaban por las mejillas y las manos le temblaban.

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Ruth Tituaña llora la muerte de su prima, debido al deslizamiento de tierra que destruyó casas el 2 de julio. Foto: Alfredo Cárdenas.

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Un plástico gigante cubría el techo de lo que había sido el comedor y sala de su casa que, a pesar de no haberse caído, tenía las sillas rotas, la mesa totalmente enlodada, parte de las columnas con grietas y los cuartos vacíos.

“Directamente no nos afectó, pero a mi familia, a mi primo, a mi prima que hoy está muerta... ¡Se acabó todo!”, dijo la mujer, de 36 años.

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Ella trató de escapar, pero por la edad que tenía no alcanzó a correr y, de la mano del hijo, quedaron atrapados entre la maleza, relató Ruth.

Loma desbordada junto a lo que fueron casas en el valle de El Tambo. Foto: Alfredo Cárdenas.

En costales, fundas grandes y cartones guardaban ropa, colchas, sábanas, enseres de cocina y un sinfín de platos que estaban aglomerados en el lavabo, ya que el aluvión no les dio tiempo de pensar.

“No sabemos a dónde vamos, por el momento vamos a pedir posada y mañana ya veremos”, mencionó Tituaña entre sollozos.

Un amigo de su familia llegó para entregarle un colchón. Con ayuda lo arrimó a una pared, pero más allá de aquellos detalles, su rostro reflejaba una tristeza profunda.

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“Después de todas las ayudas que hemos recibido, no sirven de nada porque perdimos a un ser querido de la comunidad. Se acabaron todos nuestros proyectos y lo que hemos luchado por salir adelante”, añadió.

Pifo y Atahualpa, en la provincia de Pichincha, han sido los sectores seleccionados por los damnificados para olvidarse un poco del desastre y empezar a pensar cómo restaurar lo perdido.

“La comunidad migró a las doce de la madrugada a la provincia de Pichincha por el tema de que pueda haber más deslaves”, contó John Ulcuango, presidente de la comunidad de El Tambo.

Almohadas, peluches, juguetes, trozos de techo y paredes quedaron incrustadas en el fango. Foto: Alfredo Cárdenas.

Hace 18 años, un evento similar se suscitó en el mismo lugar, pero no con la magnitud del actual. “Perdimos el estadio, la casa comunal, el área barrial, el área del subcentro, no quedó nada. Pedimos el apoyo de alimentos no perecibles, transporte, colchones. Estamos en declaración de zona roja, por eso no es habitable el barrio”, manifestó Ulcuango.

Desde el 2005, la comunidad del valle de El Tambo habitó el espacio. Madres, padres, abuelos, hijos y nietos se dedicaban al ámbito turístico con la piscicultura y la crianza de ganado.

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“La pesca deportiva, los restaurantes, criaderos de trucha... a través del turismo, la gente sobrevivía”, concluyó el ciudadano.

Luz Manitio, presidenta del Gobierno Parroquial de Papallacta, explicó que junio, julio y agosto son épocas invernales en el sector, por lo que se preparan con aliados estratégicos para tener maquinaria e implementos que los respalden.

Una sola casa, en la zona del deslave, sufrió varios daños, pero su estructura quedó intacta Foto: Alfredo Cárdenas.

“Esto, verdaderamente, colapsó. Nuestros recursos no nos dieron abasto. La empresa privada nos ha apoyado, pero el problema de deslaves es mucho más grave porque afecta la vialidad también”, mencionó la funcionaria.

El gobernador del Napo, Gary Rivadeneyra, llegó con varios kits de ayuda para las personas damnificadas en el sector de El Tambo.

Su equipo de trabajo buscó a cada una de las familias para entregarles la ayuda, sin embargo, ante la migración de los afectados, no han logrado cubrir todo, dijo Manitio.

A las 13:08 de este jueves 3 de julio, un nuevo deslizamiento de tierra se produjo en el sector Quebrada Negra, que obligó al cierre de la vía E20- Baeza-Papallacta.

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Las autoridades de emergencia no reportaron personas heridas, pero sí una familia damnificada y una vivienda destruida. (I)