Circa el siglo I a.C, el emperador Augusto le pidió al poeta Virgilio que escribiera la Eneida como pieza de propaganda del imperio romano.

En el libro IV, Virgilio describe a una doncella engendrada por la Tierra, con muchos ojos, oídos y bocas. Vive en un palacio ruidoso, con 1.000 aberturas. Se rodea de la verdad y la mentira; de la falsa alegría y del miedo: de la rebelión y el rumor. La doncella representa a la voz pública. Y Virgilio la llama “Fama”.

“…Tanto es su empeño en la mentira infanda
como en lo que es verdad. Gozaba
entonces regando por los pueblos mil
noticias, ciertas las unas, calumniosas otras"

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La Fama no duerme. Virgilio escribe que volaba, cada noche, aterrorizando las ciudades, chillando una mezcla de verdades construidas y mentiras torcidas.

Más de 2.020 años después podemos asegurar que el poeta Virgilio no tenía un dispositivo móvil. Tampoco usaba redes sociales. Pero el rumor –antes y ahora– sigue siendo una bestia difícil de domar.

¿Cómo mantener una buena reputación frente a uno o cientos de detractores?

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¿Cómo controlar la manera que los demás nos perciben?

En “Reputation: What It Is and Why It Matters” (2015), Gloria Origgi dice que tenemos dos egos. Dos yo. El primero es la sensación física y mental de ser uno mismo. El segundo es la “versión que existe en el mundo social –una confusa, cambiante, deformada imagen de la real–”.

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Si bien podemos curar contenido propio para construir una imagen de marca personal (o profesional); la reputación de esa marca es filtrada por los sentimientos, creencias, prejuicios, intereses, deseos, de los demás.

La reputación se construye con opiniones de terceros.

Y se destruye con opiniones y fake news.

Como nos perciben los demás no sólo depende de nosotros. También depende de los otros. Por tanto, aquello de “hazte fama y échate a la cama” no va más. Lo sabía Virgilio: la Fama no duerme.

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El segundo yo que propone Origgi está codificado en miles de bits de imágenes, videos, clics, tuits, me gusta, búsquedas, compras, pagos, geolocalizaciones, películas, música. (Un ejemplo es el ranking de integridad que promueve el gobierno chino).

Nadie puede evitar tener una reputación.

Usted debe aprender a construir la reputación de su marca –personal, gubernamental, corporativa, ideológica–.

Usted debe aprende a gestionar la reputación de esa marca.

Y puede, como el primer emperador romano, pedirle a un poeta que escriba sus aventuras. (O)