Los dirigentes sudaneses en el poder en Jartum desde hace un año y cuatro movimientos rebeldes firmaron este lunes en Juba, en Sudán del Sur, un acuerdo de paz que debería poner fin a 17 años de guerra.

El acuerdo fue rubricado en dos etapas. Primero, por los grupos rebeldes en Darfur (oeste), donde la guerra que comenzó en 2003 ha dejado según la ONU unos 300.000 muertos y 2,5 millones de desplazados. Luego, por el movimiento rebelde de Kordofán del Sur y del Nilo Azul, cuyo conflicto afecta a un millón de personas.

Por parte de las autoridades sudanesas, el acuerdo fue firmado por Mohamed Hamdan Daglo, vicepresidente del Consejo Soberano que dirige el país y acusado de haber cometido "atrocidades" en Darfur durante la guerra civil.

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En un momento muy simbólico, Mohamed Hamdan Daglo estrechó la mano de los que fueron sus enemigos, los jefes de los cuatro movimientos rebeldes agrupados en el Frente Revolucionario Sudanés (FRS).

Numerosos dirigentes sudaneses se desplazaron hasta Juba para celebrar este primer éxito desde la caída del autócrata Omar Al Bashir a principios de 2019.

El general Abdel Fattah Al Burhan, que preside el Consejo Soberano, así como el primer ministro Abdallah Hamdok y otros cinco ministros iban a asistir a la ceremonia, presidida por el jefe de Estado de Sudán del Sur, Salva Kiir, y que empezó hacia las 08H30 GMT.

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"El sueño se ha convertido en realidad tras los considerables esfuerzos que permitieron llegar a un acuerdo de paz entre el gobierno y el Frente Revolucionario Sudanés", dijo el domingo Tutkew Gatluak, el jefe de lo mediadores y consejero del presidente de Sudán del Sur para asuntos de seguridad.

Un año de negociaciones

Para llegar a este acuerdo fue necesario un año de negociaciones por la enorme desconfianza entre las partes y la complejidad del conflicto.

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"Cuando tuvo lugar la declaración de Juba en septiembre (2019) todo el mundo esperaba que la paz se firmaría en dos o tres meses (...) pero nos dimos cuenta de que los temas eran de una complejidad excepcional", dijo Hamdok el domingo.

Tras el fracaso de varios acuerdos de paz, como el de 2006 en Abuya (Nigeria) y el de 2010 en Catar, los antiguos adversarios entendieron que no se trataba solo de una cuestión de seguridad y abordaron las cuestiones de fondo que envenenan el país desde su independencia, en 1956.

Antes de la ceremonia oficial del lunes, los representantes de las distintas partes firmaron este fin de semana los ocho protocolos que constituyen el acuerdo de paz: seguridad, propiedad territorial, justicia de transición, indemnizaciones y compensaciones, desarrollo del sector nómada y pastoral, reparto de riqueza, reparto de poder y regreso de refugiados y desplazados.

El acuerdo estipula que los movimientos armados tendrán que ser desmantelados y que sus combatientes tendrán que unirse al ejército regular, que se reorganizará para ser representativo de todos los componentes del pueblo sudanés.

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Estas negociaciones de paz eran la prioridad del nuevo gobierno de Jartum.

"Todos los programas del gobierno se basan en la paz y si la paz no se logra, no se llevará a cabo ninguno de los programas de transición", explicó a la prensa Fayçal Mohamed Saleh, portavoz del gobierno.

"Examinaremos muy pronto la puesta en práctica de la paz para ayudar al regreso de los refugiados y de las personas desplazadas a sus pueblos y somos optimistas en cuanto al hecho de que Sudán tendrá un futuro mejor", dijo.

Sin embargo queda mucho por hacer todavía, porque dos grupos no participaron en las ceremonias del lunes: el Movimiento de Liberación de Sudán (MLS) de Abdelwahid Nur y el Movimiento Popular de Liberación de Sudán del Norte (SPLA-N) de Abdelaziz Al Hilu.

"Se trata de una primera fase y esperamos que haya otra ronda de negociaciones con ambos grupos", dijo Saleh. (I)