Atacames -conocida como “la playa de Quito”- nunca se había visto tan desolada como en los cuatro meses y medio de la pandemia. Cualquiera que la haya visitado sabe que su privilegiada geografía -el mar, la playa, el clima y su ubicación, a 340 kilómetros de la capital de Ecuador- no es por sí sola su mayor atractivo, sino también su constante disposición a la multitud, a la fiesta y a los excesos.

En feriados o en vacaciones, no era extraño que los turistas que llegaban con sus hijos a disfrutar del mar tuvieran que convivir con farristas ebrios y amanecidos que se desplomaban sobre las veredas o al lado de los castillos de arena. Tampoco era rara la combinación de música a todo volumen con los gritos de los voceadores de hoteles, parqueaderos, restaurantes y bares; mientras, en el piso, artesanos de manillas, tatuadores de figuras que se van con el agua y vendedores de bikinis multimarca y pipas para fumar marihuana buscaban enganchar clientes.

Ya en la noche, Atacames se volvía una orgía de reguetón, olor a caña. perreo y siluetas al filo del mar. Lo que en Quito estaba prohibido por la ley o la idiosincrasia, acá estaba permitido por consenso. Hasta que llegó la pandemia.

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Una playa vacía

En vísperas de su reapertura, el primer fin de semana de agosto, Atacames está en silencio. La cuarentena convirtió a las discotecas y a las tradicionales covachas en nada más que cemento y madera. El malecón ya no es multitud, sino una calle vacía. A la bulla ahora se impone el sonido de las olas y el sol del verano ilumina y quema a unos pocos que se preparan para recibir a los turistas.

Vista del malecón de Atacames el fin de semana anterior a la reapertura (Xavier Reyes, EL UNIVERSO)

Durante la cuarentena, hasta hacer trampa para sobrevivir perdía sentido: abrir un local a hurtadillas, sin permiso, era inútil, porque no había a quién vender nada. Hoy, si bien el regreso de visitantes ha sido esperado con ansiedad; es visto con dudas.

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La suspensión de la reapertura de las playas que fue anunciada en julio pasado fue letal para microempresarios y pequeños comerciantes que se endeudaron -en buena medida con chulqueros- para atender a clientes que nunca llegaron, pues el gobierno decidió postergar la fecha. “Pero las deudas se quedaron”, dice Víctor Orellana, presidente de la Cámara de Turismo de Esmeraldas.

En Esmeraldas, la capital de la provincia, el 90% de los hoteles despidieron a sus empleados y ahora son atendidos por familiares de los dueños, mientras que en Atacames al menos el 60% de locales cerraron, estima el empresario.

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Por toda la costa esmeraldeña, los letreros de venta de lotes y propiedades se multiplican. La economía local está al borde de la quiebra y necesita una inyección urgente de dólares. La desolación es peor que el riesgo del coronavirus, dicen sus habitantes.

Entre la necesidad y el miedo al virus

En el malecón de Atacames, el escaso optimismo de sus habitantes está marcado más por la resistencia. Aseguran que, a estas alturas de la crisis económica, nadie le tiene miedo al coronavirus. “Es que no nos queda otra. Soy sincero: el miedo yo ya lo perdí. O te mueres de hambre o te mueres con covid. Y yo decidí perderle el miedo al virus para llevar algo a la casa”, sostiene Rodolfo Chiquito, un vendedor de artesanías que alquila un local junto a la playa.

El mercado artesanal donde trabaja ha pasado prácticamente vacío durante las 18 semanas de la cuarentena. Nueve de cada diez locales bajaron sus puertas lanfor y las aseguraron con candados.

“Antes de la pandemia vendíamos todos los días; el fin de semana hacíamos de $ 200 a $ 300, pero hoy, se venden $ 3 o $ 4”, asegura, mientras juega con un un frasco de alcohol en sus manos y tiene un cubrebocas de tela simple, que no lo separa de nadie y que únicamente lo protege de un eventual llamado de atención de los vigilantes.

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Germán Angulo, que tiene un puesto de comidas en la popular plaza La Ramada, dice que está más molesto con las autoridades que con el coronavirus. “Nos vienen engañando; dicen que se abre en ciertas fechas y cuando llega el día, nada. Y nosotros tenemos que luchar por nuestro sustento diario”.

La asociación de cevicheros de la que Germán es parte ya ha puesto en práctica los protocolos: trabajar por turnos para evitar aglomeraciones, usar termómetros y proceder a una rigurosa rutina de desinfección de manos.

Los 44 socios de La Ramada hacen turnos y aplican protocolos de bioseguridad (Xavier Reyes, EL UNIVERSO)

El resto de restaurantes y locales comerciales también se han capacitado y han delineado medidas de bioseguridad. Nancis Bazurto, directora de Turismo del Municipio de Atacames, explica que solo los locales que cumplan con los requisitos exigidos por la autoridad local podrán atender al público.

Sin embargo, una cosa es lo que dictan los manuales y otra lo que sucede en las calles. Hasta ayer, solo una pequeña parte de los negocios tenía el documento de funcionamiento del Municipio; la mayoría aún debía completar trámites y adecuaciones en los locales.

El uso de mascarilla, que es obligatorio en los papeles, en la cotidianidad es relativo. No es difícil encontrar a los vecinos charlando en la acera sin protección alguna y en la tienda de la esquina, a pocos pasos, a personas intentando guardar la distancia. “Aquí no pasa es nada; no es como en Quito”, afirma uno de ellos, cubriéndose la boca con la camiseta. Y también insiste: ¡no tenemos miedo, queremos trabajar!

Aunque la idea de que el ingreso masivo de turistas aumentará el riesgo de contagio está presente en la población, la necesidad ha creado sus propios discursos: que superando el temor al virus se puede vencer a la quiebra y al hambre, que es preferible enfrentarlo trabajando a quedarse en casa o, simplemente, que es Dios, la suerte o algún remedio casero el que determinará el destino de cada uno.

En medio del mercado artesanal, por ejemplo, Mauricio, que prefiere dar solo su nombre, tiene un puesto de artesanías y hace tatuajes temporales. Su posición frente a la pandemia es de absoluta serenidad, tanta que su apacible sonrisa llama la atención.

- ¿Preparado para la llegada masiva de turistas?

- ¡Por supuesto!, responde, con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿No sientes temor de que la gente que viene de Quito -donde los números de contagio se han disparado- te pasen el virus?

- Eso es imposible

- ¿Imposible?

- Sí, imposible

- ¿Por qué tanta seguridad?

- Porque soy inmune al virus. Yo y mi abuelita tomamos dióxido de cloro tres veces al día

El dióxido de cloro es un químico que se ha usado para tratar covid en contra de las recomendaciones de la comunidad científica, que ha advertido que sus efectos pueden ser graves e incluso mortales. En Ecuador, su uso no está autorizado.

De un cajón escondido, Mauricio saca dos frasquitos blancos, del tamaño de un colirio, cada uno con una etiqueta que parecería pegada al apuro. Cuenta que en su casa él produce el dióxido de cloro. Como si fuera un alquimista criollo o un charlatán, dice que “hacerlo es facilito”, pero que “hay que saber”, que “eso no lo hace cualquiera”.

- ¿Y cómo se aprende a hacer ese dióxido de cloro?

- Uuu... ¡En el internet, pues! Hasta hice mi propia página de Facebook que se llamaba Dióxido de cloro. Tenía miles de visitas y me hicieron pedidos de Bolivia, pero recién nomás me la han bajado. Ya sabes, aquí este remedio es ilegal, porque no les conviene.

- ¿Cuánto cuesta cada botellita?

- Mi hermano, cada una vale $ 15 y te prometo que te olvidas del covid

Pero Mauricio -guardando nuevamente los frasquitos en su cajón secreto- da su palabra de que no venderá su pócima a los turistas, porque no quiere problemas con las autoridades sanitarias.

Los desafíos de la reapertura

Mientras alistan sus negocios para recibir a los turistas, los habitantes de Atacames comentan lo difícil que se presentarán los próximos días. Les cuesta creer que aquella playa desordenada y caótica de hasta no hace mucho pueda convertirse, a partir de hoy, en una que guarde el orden, la prudencia y el respeto por las normas.

“Habrá que ver. Yo creo que la población está consciente de lo que debe hacer, pero no estoy tan seguro de que los turistas lo estén”, dice uno de los policías que vigila que nadie ingrese a la zona de playa. En sus recorridos, casi no ha tenido problemas con la gente del pueblo. Más bien, lamenta, el problema ha sido la actitud de unos pocos visitantes que se adelantaron a la autorización oficial. “Se esconden, no utilizan protección, se meten al mar... Se les advierte que está prohibido, pero solo oyen, se van y luego se los encuentra otra vez contraviniendo la ley”.

La directora de Turismo del Municipio de Atacames reconoce que es imposible hacer un control exhaustivo a lo largo de la playa o establecer filtros, debido a la gran cantidad de turistas que llegarán a este balneario. “Para disminuir el riesgo de contagio es necesaria la colaboración de todos, de los que viven aquí y de los que vienen de otra parte. De lo contrario, no quiero pensar en lo que pueda pasar”.

En Plan de Contingencia aprobado ayer por el COE cantonal se contempla que "la Organización Mundial de la Salud recientemente señaló que el riesgo debido al COVID-19 en el baño recreativo se relaciona más con el bajo respeto del distanciamiento social y menos con el virus en el agua". Por ello, entre otras, la disposición es establecer horarios, la separación de grupos y la ocupación de cuatro metros cuadrados por cada bañista. Bajo ese cálculo, Atacames prevé un aforo de 10.000 personas.

A Lorena, una universitaria de 24 años que lleva una semana en este balneario, la mascarilla le asfixia, le hace sudar desde la nariz hasta la quijada. Y más cuando le pega el sol de frente y la temperatura bordea los 30°C. Comenta a sus amigos que puede comprender que se deba guardar la distancia y mantener estrictas normas de higiene, pero no que le obliguen a usar mascarilla en la playa, en la arena, para ir al mar.

“Me opongo; eso no lo voy a cumplir”, advierte al finalizar el almuerzo del fin de semana con sus amigos. Luego se levanta, se saca las chanclas y corre por la playa que la recibió desde niña, en sus vacaciones, pero que, desde hoy, es otra. (I)