Las fiestas quedaron atrás para Daniel Solís, de 35 años de edad.

Su único hijo, Santiago, es su prioridad, más ahora que como médico sufre por ponerlo en en riesgo por el COVID-19.

A dos días de que el pequeño cumpla 5 años, en medio del confinamiento, volvió a verlo después de que estuvo en cuarentena.

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Daniel salió de su hogar apenas percibió los síntomas del coronavirus, tras atender en un dispensario médico donde labora.

“Cuando me vio con la maleta me dijo que me enfermaría, lo que me partió el corazón”, recuerda.

Pero ser padre es asumir sacrificios. Cathy, su esposa, entendió que él debía aislarse. “Ser padre es una educación continua, mejoré el carácter y a saber cómo reaccionar ante él, por Zoom mi hijo me decía te extraño”.

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El reto es buscar tiempo, compartir el trabajo con juegos entre padre e hijo, aconseja.

“Como Santi es alérgico tomaba una leche especial y un par de zapatos eran dos tarros, por lo que pasé a un segundo plano. Él es lo más importante”, añade. (I)