Cada año se realiza una actualización del fondo bibliográfico de las bibliotecas escolares: 30 % de títulos debe estar asociado al currículo, 40 % a títulos de contexto nacional y lo restante a las necesidades de cada una de las bibliotecas; además se sigue el estándar internacional IFLA de la Unesco.

Eso lo asegura Fernanda Espinoza, a la cabeza de la Dirección Nacional de Mejoramiento Pedagógico, del Ministerio de Educación, que tiene a cargo la red de bibliotecas escolares desde el 2014, cuando desapareció el Sinab (Sistema Nacional de Bibliotecas).

Según Espinoza, el Sinab dejó alrededor de unas 400 bibliotecas y estas han aumentado; hay actualmente 679 y además están las 140 bibliotecas núcleo en cada uno de los 140 distritos educativos que hay en el país. “Son las más grandes, son las que coordinan las actividades con el resto de bibliotecas. Esta ejerce como coordinadora en su distrito de los procesos encargados a las bibliotecas escolares, entre ellos, el desarrollo de las colecciones y la animación y promoción de la lectura. La biblioteca núcleo conforma la red con todas las bibliotecas escolares de su distrito”, explica Espinoza.

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Al momento, añade Espinoza, se siguen implementando tanto bibliotecas núcleo como bibliotecas red. “Cada vez que se inaugura una institución educativa también se abre una biblioteca escolar. Actualmente, a través de la Subsecretaría para la Innovación Educativa y el Buen Vivir, se está levantando información actualizada sobre el estado de las bibliotecas escolares y el personal que está a cargo de este espacio. Posteriormente, esta red formará parte del catálogo y del directorio de la Red Nacional de Bibliotecas, liderada por la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo”.

En el país existen 12 296 unidades educativas fiscales, entre unidocentes, bidocentes, pluridocentes y otras. Las unidades educativas que no cuentan con una biblioteca tienen acceso a la red de bibliotecas.

El número de títulos oscila entre 2400 para las más pequeñas y 60 000 que son los que llegan a tener las bibliotecas núcleo.

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Existe actualmente un catálogo digital en proceso, así como un acervo de recursos pedagógicos disponibles en la página web del Ministerio de Educación, expresa Espinoza. “Pero la aparición de las plataformas digitales no implica la renuncia ni la desaparición de los libros impresos”, puntualiza la funcionaria.

Pero más allá del espacio físico que alberga libros, en las bibliotecas escolares se incluyen actividades pedagógicas como talleres contra la violencia, por ejemplo.

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Nuestro trabajo también consiste en desarrollar estrategias planes, programas y proyectos pedagógicos que fomenten la lectura en las bibliotecas escolares.

“En el marco de estas atribuciones, el Ministerio de Educación impulsa el Programa para el Fomento de la Lectura Yo Leo, que busca desarrollar el comportamiento lector en la comunidad educativa: estudiantes, padres y madres de familia, docentes y administrativos. El programa está alineado con los objetivos instituidos por el Ministerio de Cultura y Patrimonio a través el Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra”, indica Espinoza.

“A través del Programa Yo Leo se implementan estrategias interdisciplinarias, lúdicas e innovadoras para acercar a la comunidad educativa a la lectura y acompañar el proceso lector”, añade la funcionaria.

Otras acciones que se llevan a cabo para fomentar el uso de las bibliotecas, dice Espinoza, es la formación de mediadores de lectura, que cuenta con la participación de bibliotecarios y docentes; también la implementación de actividades extracurriculares en 81 bibliotecas núcleo seleccionadas, con estudiantes de entre 7 y 18 años. Dichas actividades están enfocadas a la prevención de la violencia.

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Bibliotecas abiertas a la comunidad en Ecuador

El objetivo era que las bibliotecas escolares estuvieran abiertas también para la comunidad y tuvieran horarios extendidos, dice María Paulina Briones, la última directora que tuvo el Sinab.

“Yo creo que si el Sinab hubiera sobrevivido en este momento ya estarían renovadas todas las bibliotecas escolares”, apunta Briones, que diseñó un Plan Nacional de Lectura, que no se implementó por desinterés gubernamental.

“En el Plan de Lectura no se veía a las bibliotecas solo como una herramienta pedagógica para el aprendizaje, sino que iba mucho más allá del espacio escolar, y por eso tenían sentido las bibliotecas abiertas a la comunidad, incluso algunas bibliotecas del milenio (las que estaban en las unidades educativas del milenio) ya trabajaban con horario extendido.

Otro de los objetivos del Plan Nacional de Lectura era la formación de bibliotecarios y docentes de Literatura.

Briones considera que la Dirección de Mejoramiento Pedagógico no tiene la infraestructura como un ente especializado en bibliotecas. “Además tiene otras funciones, no solo el manejo de bibliotecas escolares”, puntualiza.

De hecho, al desaparecer el Sinab, le ofrecieron a ella hacerse cargo de la Dirección de Mejoramiento Pedagógico, pero no aceptó precisamente por eso, “porque no iba a tener la infraestructura para manejar una red de bibliotecas”.

El Sinab se creó en 1987, durante el gobierno de León Febres-Cordero, como parte del entonces Ministerio de Educación y Cultura.

Aunque trabajaba con escuelas y colegios, el objetivo principal era la vinculación con la comunidad.

En el 2007, cuando el Ministerio de Educación y Cultura se escindió en dos, el Sinab pasó a ser parte de Educación.

En el 2011 surgió un nuevo modelo de gestión del Ministerio de Educación y se planteó la liquidación del Sinab y las direcciones distritales se harían cargo de la red.

Finalmente, la Dirección Nacional de Mejoramiento Pedagógico asumió las competencias del Sinab.

A través de la Sub. para la Innovación Educativa y el Buen Vivir se está levantando información sobre el estado de las bibliotecas y el personal que se encuentra a cargo”.Fernanda Espinoza, Dirección de Mejoramiento Pedagógico

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